morir será
encender una lámpara
en la casa desconocida
encender una lámpara
en la casa desconocida
No sé si este hecho reciente pueda ser
atrevesado bajo los rasgos aparentes de la causalidad, ni como desenvolver con
apresurada pluma los vericuetos donde trazé estas breves y precarias enunciaciones,
lo cierto es que a fin de año llevé un libro de Arnaldo Calveyra para
leer/desentrañar en vacaciones, a medida que la lectura avanzaba tomé algunas
notas para luego desarrollar ideas en futuras escrituras, en todo momento sentí
que estaba frente a la poesía de un escritor en donde cabía el asombro,
desbrozando “verdades hechas de imágenes”
con un lenguaje muy particular.
Ayer me entero que al mismo tiempo en que
me dejaba ir con el abordaje de sus textos, volviendo a descubrir en su
escritura la conformación de verdaderos artefactos filosóficos, Arnado Calveyra
moría en París dejando atrás una obra inquietante, interrogativa, orgánica,
poblada de sutilezas, profundamente sustancial.
Me entristece la noticia, se trataba de un
escritor que descubría el velo donde moraba la alegría, y se sorprendía de
encontrarla apacible, en medio de cualquier encuentro, en medio de cualquier
mirada.
Dejo aquí, como al pasar, dos textos
mínimos que ocuparon mis tardes en aquellos días, muchas de ellas bajo la lluvia, cubierto por el
techo de un campanario rodeado de rosas chinas, en La Paloma, cuando
todo lo que tuve fue su reciente Poesía reunida.
Vayan las notas...
Arnaldo Calveyra utilizaba el “recurso
simbólico” del cuchicheo para cultivar la poesía, esa conversación que viene de
lejos y que podía entenderla a pesar de no poder escucharla, hay como una
música aterida en el suave “siseo”, algo que tiene fondo y que no precisa
idioma, algo que se escurre sin tiempo, en los recovos donde nada sucede, en los
muros graníticos que envuelven lo no dicho, como una música pueril que nunca
empieza, como un grano de cebada esparcido en el viento, del mismo modo el
poeta dilucida un entendimiento en torno al fondo y la forma en la poesía, lo
hace a través de largos devaneos en prosa, intentando acercarse al fuego de la
palabra, lo consigue, siempre.
.....
Creo que el problema es la forma. Es allí
hasta donde llega mi comprensión de su escritura.
El punto es incorporar lo cotidiano en el
plano de la composición, como bien lo hicieron buena parte de los poetas “de
los 90” (aquella etiqueta), la forma que es acaso el fondo, donde llegamos en
una ocasión para luego desviar el camino, las lomas entrerrianas de Arnaldo
Calveyra se circunscriben en ese entendimiento, imágenes desbrozadas a través
de la escritura, desde donde lograr templar el fuego de algunos poemas.