Va cayendo la tarde en Montevideo, toda
Uruguay no habla de otra cosa, o más bien, no calla otra cosa, que la muerte
del más latinoamericano de sus escritores. Eduardo Galeano se ha ido, vaya a saberse donde, detrás nuestro la orfandad parece un fuego. Alguna vez dijo que somos historias y es cierto, esa rara
costumbre humana nació desde el fondo de los tiempos, y el tuvo la
particularidad de nacer a cada instante, en el recuerdo de quienes se sintieron
amparados con sus relatos. Verbalizó al Che como un “nacedor”, y tal vez esas
palabras puedan aplicarse a su figura:
¿Por qué será que el Che tiene esta
peligrosa costumbre de seguir naciendo? Cuanto más lo manipulan, cuanto más lo
traicionan, más nace. Él es el más nacedor de todos.
¿No será porque el Che decía lo que pensaba,
y hacía lo que decía? ¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en
un mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando
se encuentran no se saludan, porque no se reconocen?
La noche va cayendo en Montevideo, y en
buena parte del mundo no se habla de otra cosa, o más bien, no se calla otra
cosa, que la muerte del más latinoamericano de sus escritores.
Vayan
todos los que puedan, que el tiempo marcha volando, y entre todos, en silencio,
junten palabras para nombrarlo.