Esta es la parte en que recojo los papeles,
cuando el día era la noche y la noche una tardía ceremonia, bajo esta
entelequia me cuesta discernir el sentido del vértigo, en ocasiones semeja un
balanceo y por momentos parecen raptos que suben en espiral, sin conciencia de
lo que el tiempo mide, insertos como estamos en una jungla donde todo se ve y
donde nada se aprecia.
Hace ya dos meses que elegí trabajar en dos
espacios, no sé porque lo hago, pero sé que me quita mucho tiempo, sobre todo
cuando busco detenerme, intentar en silencio un trabajo con las palabras, y
vaya a saberse porqué, me di cuenta, luego de leer unos versos de Osvaldo
Lamborghini, que hacia ese lado debería ir mi escritura –una tensión aparente
que el desdeñoso gesto reduce con indiferencia– en esa prosa que avanza sin
dificultades entre formas nuevas, como si todo lo pronunciase por primera vez.