Convertir las discordancias en entramados donde los opuestos se
complementen, para dicha tarea se necesita una extraña conciencia crítica, una
puerta al fondo del pasillo donde sea posible ver un jardín poblado de
arborescencias -el viento que todo lo cruje- sin advertir las convenciones y
las premisas. En esa tensión es posible asumir lo nuevo, especialmente la
forma, y que esos entrecruzamientos habiliten la posibilidad de conjeturar un
arraigo.
¿conjeturar o conjurar?
La idea de un arenero donde nuevas construcciones puedan ser
dirimidas...
¿Puede la poesía, desde candentes periferias, avanzar bajo
estructuras combinatorias?
Hacia allí discurro, en esta hora no tan severa, mientras creo
dilucidar, con inusitado interés, sobre los ejercicios líricos y los ejes
conceptuales de improbables teorías, y acaso siempre, las
eventuales curvaturas del poema.
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