Ofrecer pautas sin más puntuación que...
Diferir de las ideas como claustros de cal
donde la nada es barrida a la hora convenida –ese
túnel debajo de la vida en el que los obreros cumplen su jornada– esa carencia,
que no es mentira, pero cuyos trapos ¡alguna épica! Cubren las heridas, las
invisibles desgarraduras de lo no aparente.
Salir del hoyo, al aire fresco, el cotidano
vértigo de los esquemas cuadriculados –donde todo lo previsible tiene su llave
y su candado– a veces creo que un sistema consiste en la arquitectura de un
plano mayor, donde previamente se ubicarán los tableros organizados de las
rutinas y las urgencias, cada llave un número y cada número la certeza de lo
remendado, tiestos sobre tiestos, un legado que se frustra, porque su idea es
inabarcable, la idea de un sistema donde quepa la felicidad, y mientras tanto
la dura tarea, alcanzar la perfección, una línea de la película que vimos a la
noche parecida a nuestro ostracismo –algo en esa mirada que parece un espejo–
¡y la noche amplia!
Ayer –en realidad hoy– vi la luna en cuarto
menguante y un lucero debajo (que no sabemos si es debajo o si la ubicación se
forja en espiral) y pensé que quienes habitamos la jungla no podemos situarnos
en el contexto de la vida plena, aceptar la desnudez de los contextos, donde la
luz es distinta, un vacío que no podemos dirimir...
¡Ay el plural! Volátil evidencia de una fuga
prosaica que no puede sustentar el entendimiento de su propia comprensión,
apenas puedo balbucear y en eso “estamos” de acuerdo, yo y mi pretendida
multitud de multiplicadas arborescencias, y en este árbol, este cuadro de
pinturas azules, solo hay un bosquejo que alguna vez enarbolé sin forma, y fue
esa la única construcción que elevé a mi audiencia con el anhelo de un murmullo
aprobatorio.
La única vez que cerré la puerta convencido
de haber logrado algo.
Y nunca
supe que –como este artefacto, que adentro tiene palabras y afuera simula una
conversación– la luna que ahora parece fría.