Ayer medí la curvatura del espacio con un hilo amarillo, parecía sencillo, pero tuve que tensar el cordel entre una palmera algo inclinada y un farol pintado de rojo carmesí.
Yo
estaba en medio del patio, bajo la tenue claridad de una noche de verano.
Me serví un vaso de cerveza, me saqué las sandalias y miré las estrellas en silencio.
Era esa
la vida eterna, en medio de la luna llena, dejando huellas en algún desierto.
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