sábado, 20 de julio de 2024

Perfect days

las sombras ¿se oscurecen cuando se superponen?

-no estoy seguro...

hay tantas cosas que aún no sé

así se acaba la vida...

a veces, en una película, no importa que tengamos presente como se desarrolla una trama, en ocasiones, escenas aisladas ofrecen una brizna de entendimiento, resuena en algún lugar ese silencio y perdura en alguna circunstancia esa conducta.

"tiene que oscurecerse para que tenga sentido", dice el personaje principal de esta última película de Wim Wenders, interpelado ante la pregunta de la oscuridad entre las sombras que se superponen, que un desconocido formula mientras miran como serpentean las temblorosas luces en el río, sin embargo parece que nada cambia después de esa idea, percepción que  no es producto de una mirada en perspectiva, sino algo más complejo de admitir en aquello que se observa mientras el tiempo parece seguir su curso, acaso una revelación en medio de un paisaje que nada revela.           

Perfect days es una película para detenerse en algo que parece sencillo pero que habita otro plano, con otro tipo de meditación, con otra certidumbre. Hay un hilo que une a Hirayama, el protagonista, con el conductor de autobús de Paterson, aquella película de Jim Jarsmuch que permite la idea de una aceptación con lo que les toca a los personajes en el tránsito diario de la existencia, ambos aceptan lo que reciben mientras la literatura repara el acontecer de la rutina, uno escribiendo poesías, el otro leyendo narrativa y apelando a la música en formato analógico para matizar su jornada de trabajo, pero los silencios son demasiado profundos como para admitir que el problema es solucionado, y tal vez por ese motivo, cumplir con una rutinaria tarea sea un modo de evitar, acaso con mansedumbre, la necesidad de indagar sobre la vulnerabilidad de la felicidad humana. 

Antes que Hirayama empiece su día, alguien barre las calles mientras amanece, ese sonido de la escoba indica el permanente ciclo de las actividades rutinarias, que equilibran en forma invisible el normal desenvolvimiento de una sociedad. Se trata de hacer bien un trabajo, por simple que sea o insignificante que pueda parecer.

Al final, el hombre que se redime limpiando baños públicos en un exclusivo barrio de Tokio, no encuentra las respuestas a todas las preguntas, incluso evadirlas es una forma de continuar, y dejarse sorprender por ese entendimiento de que un mundo viejo habilita todos los días la esperanza de un mundo nuevo, que ahora es ahora, que la próxima vez es la próxima vez, porque lo que le sucede a Hirayama en ese final abierto, es aceptar nuestra finitud mientras una hebra de gratitud cae sin peso en un día perfecto. 

Hirayama ríe y llora, lo que no puede remediarse queda atrás cuando uno decide seguir avanzando, hasta el otro día, hasta el otro día, y el día siguiente.

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