Utilizar para la escritura una suerte de amuleto que después se pueda sacar, para asociar en la posterior lectura la ausencia o la imbricación de ese espacio en blanco, dirimido por una sombra que habla consigo mismo.
Como
diría Luis Chitarroni, ese recurso se decide en la corrección final, ese es el
trabajo de editar de quien escribe.
El
problema es cuando el criterio permea lo irresoluto de la trama, entonces es
probable que esa suspensión de bloques semánticos visualmente entrecortados,
terminen dejando en evidencia una irregularidad en la secuencia, el hueso
descubierto de la palabra.
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