domingo, 24 de mayo de 2009

Sistema

No sé cómo empezó esto.

Una noche tuve la necesidad de conectar una computadora, beber lentamente una ginebra y entrar a un cuarto que tenía las paredes llenas de luces azules, una celda virtual multiplicada hasta el infinito. Me supe rodeado de conjeturas, sin ningún tipo de limitación existencialista, sin parámetros ni contextos.

Como sea, no recuerdo después, por la extraña combinación de códigos binarios y subjetividades arrancadas, cuántas sombras afilaron sus cuchillos aquella noche, pero sí pude entender que, en aquel sitio, los rostros detrás de las computadoras eran almas concurridas por la soledad, hombres y mujeres que al otro día los esperaba una vida común, millones de personas sin darse cuenta de nada…

Aquella noche había ingresado en un sistema, no supe entender las ecuaciones que mi propia mente hilaba sin razón alguna, pero en algún punto creí encontrar el modo de articular el enigma de la creación literaria, el verdadero significado de la palabra “detrás”, desvarío y lógica que puede dañar la ingenuidad de un corazón hirsuto, a una hora crepuscular, desde el más nocturno de los desarraigos.

Meras disyuntivas, hilvanadas sin sentido en cestos de mimbre.


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