Buscamos en la interioridad los mendrugos de nuestra inconciencia, para luego ofrecer bosquejos de una subjetividad carcomida por los lobos del poema. Luego, lo visto, resignifica la parca tesitura, tiestos conjurados donde se repliegan los tiestos de la razón.
Todo esto lo ofrece el poeta, en la mesa de los humanos títeres.
Ellos aplauden, hacen de cuenta que entienden, beben taciturnamente un vino fuerte, se saben fuera del engranaje y parte del tiempo, después se irán a caminar en sus cornisas, a ser otros.
El poeta calla, lo que escribe parece un viento que no nace, arrastra consigo la reiterada quejumbre, la noche donde se guarda lo musitado, la noche que a todos pertenece. Pena que habremos de habitar.
Todo esto lo ofrece el poeta, en la mesa de los humanos títeres.
Ellos aplauden, hacen de cuenta que entienden, beben taciturnamente un vino fuerte, se saben fuera del engranaje y parte del tiempo, después se irán a caminar en sus cornisas, a ser otros.
El poeta calla, lo que escribe parece un viento que no nace, arrastra consigo la reiterada quejumbre, la noche donde se guarda lo musitado, la noche que a todos pertenece. Pena que habremos de habitar.
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