sábado, 17 de diciembre de 2011

Calmar el dolor


Una vez me sentí muy mal, el estómago me ardía, el dolor era insoportable, entonces decidí calmar el dolor leyendo poesía, habré soportado un par de horas, como siglos con sus navajas, donde por fugaces retaceos lograba mitigar la desesperación de un padecimiento inexplicable, después de leer un par de poemas me arrastré hasta el hospital más cercano (es literal, “caminé” de ese modo), apenas me vieron los médicos me llevaron hasta una camilla, me pusieron cables en los brazos y me dijeron que estaba a horas de una peritonitis, que tenía que tomar una decisión…

Después desperté sin el apéndice, que según parece nadie sabe que función cumple, pero siempre me acordé de los poemas, me acordé de la película donde Beethoven pedía que le tocaran sonatas en el piano para calmarle el dolor, esas cosas...me aferré a lo que fuera con tal de sentir que algo de todo eso podía ayudarme a terminar el día…

A mi la lectura de poemas no me evitó la operación pero me hizo entender lo que se siente en ocasiones cuando se escribe poesía, acaso los versos más candentes, incluso aquellos que después se transforman en bollitos de papel.

Calmar el dolor con poesía…
Como para vivir en sociedad estaba.

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