viernes, 23 de diciembre de 2011

El devenir del ser


Ocurrió en un instante, estaba viajando y mirando por la ventana del auto, incliné levemente la cabeza y adiviné a lo lejos la caminata de un niño que parecía volver de la escuela, yendo seguramente hacia su casa, como cualquier otro día de semana, y de algún modo sentí que eso que el niño estaba haciendo, pateando esas piedritas del suelo, lo iba a recordar toda su vida, porque pasará una y mil veces por allí, bajo días que parecerán nuevos como un sol, contemplando el polvo danzante del camino, mirando los mismos árboles y las mismas casas viejas, la misma quietud de siempre ¿porqué recordar eso? Tal vez porque hay verdades en esas caminatas, hay silencios que no fueron poblados de olvidos, hay evidencias…

Decían los griegos arcaicos que “verdad” significaba no olvidar, bastará con revisar la etimología para darnos cuenta, “aletheia” la letra a significa sin, y letheia es olvido, por ende todo lo verdadero era aquello que no podía olvidarse. Sin embargo, vaya recorrido de la palabra, con el tiempo las verdades se trasformaron en mitos, tal vez porque no podían sostenerse con el paso indeleble de los años, y mito es lo que se entiende por “mentira”, mitómano, aficionado a decir mentiras…entonces tenemos, en una curvatura del devenir, que la verdad pasó a ser una mentira, pero seguramente no para aquellos que pueblan sus verdades con historias que pasan de generación en generación, permaneciendo en los mismos lugares, instalado en alguna memoria.

Así, conforme nos pasa el tiempo, habitamos con historias ciertas verdades, que no son tales, que siempre serán relativas. Lo que aquel niño sabe, mañana lo podrá representar desde la más bella armonía, y probablemente, en su lento sosiego, pueda refutar otras verdades, propia de imaginarios colectivos que se suelen construir desde un sobrevuelo.

El niño habitará otro plano, el de la evidencia. Los que escriben historias haran del disenso un ejercicio dinámico que formará parte de una enciclopedia. Así suele pasar, al niño le bastará la palabra, y el recuerdo de un día cercano, rodeado de algunas certezas.

Vaya a saberse porqué me acuerdo de esto a horas de una nueva navidad...

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