Así, trazar, inventar, crear constituyen la trinidad
filosófica, para las que se necesitan construir rasgos diagramáticos,
personalísticos e intensivos.
Instalar un plano de inmanencia implica establecer una
estructura en la cual se puedan territorializar conceptos cuyos componentes
estarán delimitados por la naturaleza del
plano creado, el asunto que siempre me intrigó es cómo advertir cuando
un concepto habita, en parte o totalmente, un plano de inmanencia diferente,
cómo discernir ese límite en que los componentes del concepto no representan,
con sus variables, la sustancia del plano pre-filosófico.
Probablemente algunas respuestas provengan de la
indeterminación de los conceptos, previamente mal configurados, de personajes
conceptuales que divagan en un limbo, del plano todavía transparente, sin tener
en claro las interrelaciones y bifurcaciones.
Discernir las complexiones de una obra de arte puede
provocar la locura del artista o del filósofo, mientras que en otros casos se
ha logrado dominar el plano del intelecto a medida que la obra era construida.
Ante un poema, no todos se acercan del mismo modo,
algunos poemas son arborescentes, y se elevan en un plano poblado de universos,
otros son lineales cuya verticalidad va mutilando armoniosamente lo labrado en
la mente, otros tienen la luminosidad de lo horizontal, extendiéndose en
mesetas indefinidas, plácidas e indeterminadas, otros resultan laberintos en
los cuales el mismo poeta se extravía, se trata de poemas candentes, endógenos,
caóticos, otros se bifurcan naturalmente, como en un prado silvestre,
registrando aquello que se encuentra mientras ocurre lo que ocurre.
Yo recojo estos mendrugos, y me permito divagar mientras
anochece…