viernes, 20 de julio de 2012

El bloqueo de la escritura

Alguna vez discurrí sobre esto, el bloqueo de escribir, aquella etapa ingrávida en que las cosas no suceden y por ende no pueden nombrarse, ni cifrarse ni tampoco atravesarse despreocupadamente. 
Como refiere Juan Forn en este artículo, citando a Leopoldo Marechal “de todo laberinto se sale por arriba”, sin embargo no siempre se puede ver claro a través de la rendija de los subterfugios mentales, he aquí que muchos escriben oralmente sin ser conscientes del acto creativo.
Antiguamente se apelaba a la memoria, fue así que los rapsodas griegos pudieron recoger las tradiciones orales en torno a la guerra de Troya, imaginemos el contexto, oradores recitando fragmentos en las plazas públicas, en los mercados y templos, agregando o suprimiendo líneas al poema épico, y del otro lado decenas de receptores modificando lo que oían e improvisando con los tañidos de la memoria, hasta que alguien, temeroso de que lo narrado se pierda, decide detener la historia anudándola con palabras, recogiendo las narrativas orales pero conservando la esencia de lo que era preciso no olvidar.

La cólera de Aquiles pudo haber sufrido innumerables improvisaciones, agregados y supresiones, sin embargo el núcleo básico de aquel comienzo  permaneció intacto sobrevolando los siglos. El paso del tiempo registró el nombre de un tal Homero fijando para la escritura los tiestos inmortales de aquel mito, pero esa es otra historia.

Cuántos libros se escribirían si tan solo grabáramos nuestras palabras. Alguna vez imaginé la posible solución, tal como ocurre en el documental que Martín Scorsese realizó con la ensayista Fran Lebowitz, dejando que monologara nocturnamente en un bar cerrado, encuentro que le permitió a la escritora salir de su laberinto creativo.

Me detuve en esa opción, la propuesta de un encuentro, prender un pequeño velador, del otro lado una cámara, o un grabador, servir un vaso del alcohol que se prefiera, y divagar sobre lo que se quiera, hasta perder la noción de saber que lo dicho está siendo registrado, creo que se vertebraría el esqueleto de un probable libro sobre el cual poder trabajar libremente, corregir desde otro plano, fijar las improbables estructuras.

Los poetas de los 90 utilizaban una palabra que representaba ese estado tan temido, del escritor que no escribe, no puedo recordarla pero sé que no figuraba en el diccionario, y es por ahora mi único consuelo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario