Esta es la crítica de entonces, rescato una parte del texto:
Herzog es siempre impredecible, no hay forma de
saber adónde nos lleva. Sin embargo, dosifica in crescendo con tal
habilidad la carga dramática que logra hacernos partícipes de los sueños, las
desilusiones de sus personajes, su desolación, su desesperación y sus miserias.
La escena final es probablemente una de las mejores secuencias rodadas por el
alemán y resume el sentido total de la película: animales bailando enjaulados
bajo neones (cual atracción de feria) tras un cristal repitiendo, ajenos a su
naturaleza, una y otra vez la misma acción mecánica. Tremenda metáfora
de la deshumanización y la mezquindad: Eva vuelve a vender su cuerpo, Clemens a
los supermercados y Stroszek, invadido por la cotidiana e intranquila normalidad que le ofrece
el nuevo mundo al otro lado del océano, decide acabar con su vida en un
telesilla…
Luego ocurrió que un tal Ian Curtis, cantante de Joy
División, después de ver esta película se terminaría ahorcando en la cocina de
su apartamento, a los 24 años, y a días de salir para una gira por EEUU.
Me pregunto porqué ciertos corazones comprenden demasiado
pronto estas disquisiciones existenciales, y si conviene revisar cuánto nos
resignamos, día a día, a no darnos cuenta de lo mezquinos y deshumanizados que
estamos. Ahora mismo aparece Stroszek,
diciendo algo simple pero que no admite interpelación alguna, es el
pensamiento de un hombre sin vínculos de pertenencia con el contexto que lo
habita:
Aquí ves un
modelo esquemático que he hecho...de cómo se ve a Bruno por dentro. Están
cerrando todas las puertas sobre el, y oh, tan educadamente.
Ahora estamos en
América...y pensaba que todo iría mejor y alcanzaríamos nuestra meta. Pero no,
a Bruno se le está dejando de lado como si no existiera, actúas como si no me
conocieras de nada.
- nadie te da
patadas
No, no
físicamente. Aquí lo hacen espiritualmente...
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