Luego, al final del camino, se vuelve atrás, recorriendo
una zona indeterminada, imprecisa, como de naturaleza muerta, pero que
habilitará la conjetura de lo creado, para tal vez encontrar alguna probable
dilucidación, cuando lo que tenemos es simplemente un poema atravesado de
sombras.
A veces el poeta se despeña al vacío sin encontrar el
esquema del relato, y lo que resulta de su escritura es algo complicado de
entender. Contra esa confusión avanza el poema, articulando imágenes, socavando
barroquismos que parecieran imbricados de violáceos raptos de lucidez.
Yo debería de aprender de poetas como WashingtonCucurto, que expresan sin rodeos el poema que camina, como si estuviera
comprando frutas en el mercado, y todo eso; el trayecto, las personas, los
tomates en las cestas, las verduras, la balanza, las rotas veredas amarillas,
fueran y no fueran el poema, para entonces obviar toda metáfora, sojuzgar sin
atravesamientos lo que ocurre, trazar una línea horizontal y ya, unir puntos,
hacer un puente entre el poema y el poeta, si tal cosa es posible.
Entonces el poeta lavaría las manzanas en su casa y en
el poema, con agua limpia y fresca, y por alguna razón se quedaría pensando si
fue la primera vez que vio una manzana, en su casa, y en el poema.
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