viernes, 19 de octubre de 2012

Significaciones


Así, yo trabajo para volverme un vidente. Y terminemos por un canto piadoso...”
Arthur Rimbaud

Hace poco busqué en el diccionario los términos que hacen a este blog, el propósito no deja de ser extraño, en cierta manera encuentro un paralelo con las decisiones: suelo tomarlas pero al poco tiempo tengo que tratar de entenderlas. Primero busqué el significado de “espantajo” como si no lo supiera, y encontré que se trata de una especie de ropaje o estropajo que se utiliza para espantar a los pájaros en los sembradíos (la frecuente imagen del espantapájaros), aquello que busca infundir temor. Luego busqué “áureo” y encontré una idea de resplandeciente, relativo al oro, o áurico, aunque ensoñadoramente lo entendí como etéreo, volátil y acaso luminoso, buscando representar aquella sensación de fugacidad de la belleza, irrumpiendo desde lo imprevisto, y desapareciendo en el acto, como cuando un pavo real se pierde en la espesura y apenas lo pudimos ver, quedando el escenario imperceptiblemente modificado en una rama quebrada, y sin embargo segundos antes “había ocurrido” la poesía.

Anteponer “áureo” a la idea de “espantajo” pretende fulgurar una instancia acaso única e irrepetible, la mirada de alguien sin pertenencia que en ese mismo momento esta viendo la creación de la poesía, la contemplación misma de la belleza, el candente paso del desarreglo de los sentidos a la palabra, cuyo prolongado silencio guarda la forma y el significado de lo creado, huelga aclarar que para acercarse al personaje del paraguas endeble hay que dejar atrás ciertos atavíos, porque la imagen en el fondo busca, desde su perplejidad ante la lluvia del mundo, espantar al que se acerca, advertirle que el terreno donde piensa avanzar es como un desierto del cual no se sale indemne, para finalmente llegar a descubrir en ese camino el poema no nacido, acaso llegar a verlo, imaginar su invisible plano, sus variables como esquirlas de una lejana constelación…
Esto tal vez sea así porque la poesía no es sencilla de escribir ni mucho menos de leer, requiere un ejercicio previo, un acercamiento caótico y a la vez vulnerable con la palabra y el lenguaje, para que una vez superada la incertidumbre inicial el lector ocasional descubra en esa imagen a la poesía misma, alguien que simplemente busca compartir, en esquema de relatos, el gusto por la poesía revelada, el más allá de la palabra, el vórtice de la creación…

Esta epifanía, a pesar de anhelarlo, el áureo espantajo no logra imbricarla, y no lo logra porque abruma concebir que una persona, por intermedio de la escritura, pueda significar la poesía.
En esa derrota y en esa elección radica el sentido de ofrecer este espacio de la palabra, donde las cosas simplemente ocurren, como en el poema creado.

Por lo pronto, horadar todo desvarío, me recuerda la futilidad de intentar comprender la obra de un vidente, no me apresuro en la idea, estoy aprendiendo a ver, y a oír. Lo demás es una lluvia que siempre me recuerda el paso del tiempo.

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