En ocasiones las
construcciones filosóficas se realizan a partir de fragmentos, sin tener una
noción de cómo se originaron los asentamientos de los conceptos, ni tener
dominio del significado de las palabras ni de la coyuntura del esquema
planteado donde poder sustentar una teoría, en este planteo se suele agregar un
manejo híbrido de las terminologías, que producen ambigüedad conceptual y
ausencia de univocidad, imaginemos a partir de allí enhebrar argumentaciones de
oídas para posteriormente refutarlas sin escándalo, y todo sin un hilo
conductor que pueda trazar origen, desarrollo, pensamiento y conclusiones, sin
contar en el medio el atravesamiento de planos e ideas que puedan entrelazar
alguna teoría distinta de la que comúnmente se discute sin conocimiento real
del problema que se intenta dilucidar.
A veces creo
encontrar respuestas sencillas, una de ellas tal vez sea la ausencia de
prácticas de lectura de libros, por lo general nos empantanamos con noticias de
diarios, artículos de opinión, versiones de versiones y citas de autores que
probablemente citaron sin estudiar el texto, entonces estamos listos para
descifrar lo que parece comprendido, creyendo aportar conocimiento.
Paralelamente algunos medios de comunicación construyen sentido desde las
portadas con títulos exclamativos y desarrollos del cuerpo de las noticias en
modo potencial, lo cual establece confusiones en el lector al pretender
discernir con lecturas propias una realidad tergiversada.
Para esto se valen
de referentes que pasan a ser voceros de un relato, condicionados estos por
factores económicos y políticos, pero que cuentan con puntuales aplaudidores que
sostendrán el espacio adscribiendo a verdades relativas y parciales.
Relatores de un
relato, cumplido para construir sentido, para que hagamos de cuenta que estamos
informados. Se trata de un circo, todos al final del día cumplen su función.
Todos se retiran a sus rutinas convencidos que así funciona el mundo.
Hay un loco suelto
por Buenos Aires, generalmente anda por la capital federal, tiene un viejo Ford
Falcon que convirtió en tanque de guerra pero lleno de estantes abiertos con
libros, lo bautizó “arma de instrucción masiva”, cuando lo llaman para ir a un
colegio, les dice a todos los presentes que los libros están para ser retirados
(de a uno por persona) en forma gratuita, pero les pide a cambio que también
donen libros a quienes no pueden comprarlos, que es preferible “liberar” un libro en un sitio público que
atesorarlo sin darle utilidad.
Habría que imitarlo,
pararíamos un poco esta estupidez.
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