sábado, 26 de octubre de 2013

Cosas veredes...

Hace poco, hurgando en ciertos recovecos virtuales, encontré en un texto la expresión popular “cosas veredes” atribuida históricamente al Quijote. Sin embargo, al igual que lo sucedido con el inmortal “ladran Sancho, señal que cabalgamos”, la frase no figura citada en el libro de Cervantes, si no que fue anónimamente acuñada en el Cantar del Mío Cid. Basta revisar el libro que recoge la historia del juglar Rodrigo Díaz de Vivar, para encontrar en un párrafo estas palabras dirigidas al rey Alfonso VI: Muchos males han venido por los reyes que se ausentan... y el monarca que contesta: Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras.
“cosas tenedes” llegó a deformarse linguisticamente con el paso del tiempo, pasando a entenderse como “cosas veredes”, que no es otra cosa que un estado de perplejidad ante un hecho circunstancial en el cual transitan los personajes.
Esto viene a cuento por una vieja sentencia inmaculadamente agotada por académicos y lingüistas: la gente cada vez lee menos. Por tal motivo se debe agradecer, sentidamente, a los cartógrafos que nos orientan con sus ejercicios narrativos.  Aquellos que leyeron con autoridad, y se tomaron el trabajo de quitar las malezas para que otros puedan hallar algún entendimiento de la Literatura Universal.
Habría que leer el Quijote entonces, y evitarnos citar lo que el escritor no ha fulgurado con su pluma.

Porque leyendo se evitan los intermediarios de la construcción de sentido, leyendo se amplían los esquemas y las estructuras mentales, leyendo se obtiene en forma lícita otro tipo de entendimiento, leyendo podremos decir que esas palabras nunca las dijo el Quijote, y acaso con verdadero sentido, poder ofrecer una opción encantadora para el incrédulo: que vaya a la biblioteca, porque allí estará la respuesta, una verdad que históricamente consistió en no olvidar.

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