sábado, 12 de abril de 2014

El oscuro bosque de la literatura

Heredé un bosque oscuro donde rara vez voy. Pero llegará un día en que muertos y vivos cambien de sitio. Entonces, el bosque se pondrá en movimiento. Aún nos queda esperanzas. A pesar del trabajo de numerosos policías, el crimen más grave queda sin resolver. Del mismo modo, hay en algún lugar de nuestras vidas un gran amor sin resolver. Heredé un bosque oscuro, pero hoy camino por otro bosque, el claro. ¡Todo lo viviente que canta serpea se sacude y repta! Es primavera y el aire es muy intenso. Me he graduado en la universidad del olvido y tengo las manos tan vacías como la camisa que cuelga en la cuerda.

Este poema de Tomas Transtromer, titulado Madrigal, pertenece al libro “De para vivos y muertos” (publicado en 1989), puestos a ceder a la inútil tarea de interpretar poesía, me permito inducir algunas digresiones. El premio Nobel de literatura empieza su poema diciendo que heredó un bosque oscuro “donde rara vez voy”, ese bosque, intuyo, es la Literatura Sueca, y continúa “pero llegará un día en que muertos y vivos cambien de sitio, entonces, el bosque se pondrá en movimiento” muertos y vivos, los autores clásicos canonizados por la crítica y los autores “emergentes”, contemporáneos, que acaso sin representar aquella oscuridad debieran ser incluidos en otro contexto, anhelar que algún día “cambien de sitio” implica una revisión profunda de la literatura, o tal vez un tiempo que invariablemente esté por ocurrir. Decir que “el bosque se pondrá en movimiento” es asumir un modo de reparar –y realmente conocer– el pasado de una escritura, acaso un rasgo identitario de la literatura sueca mediante el trabajo con las palabras, poetas que probablemente hayan bebido de las aguas frecuentadas por los antiguos (que a su vez visitaron historias de vikingos, piedras rúnicas destinadas a la magia, primitivas sagas nórdicas, muerte y soledad), probablemente un reclamo históricamente eclipsado por los estudios literarios de los primeros “exegetas” de la materia.

Luego aparecen unos versos a modo de respuesta “a pesar del trabajo de numerosos policías, el crimen más grave queda sin resolver” los polícias en este caso vendrían a ser los críticos literarios, dejando en evidencia que, si bien existieron abordajes serios, no se pudo resolver el porqué de un tono sombrío que unívocamente determinó una suerte de  anclaje (una pesada herencia) que muchos escritores no pudieron (o no quisieron) evadir.
Así, el gran poeta sueco pareciera tener en claro la necesidad de interpelar críticamente aquella literatura, asumiendo también los propios cuestionamientos “Del mismo modo, hay en algún lugar de nuestras vidas un gran amor sin resolver

Transtromer aclara que a pesar de haber heredado el oscuro bosque de la literatura sueca elige caminar en otro bosque, el claro, el luminoso bosque del cual beben sus escrituras, maravillándose –y maravillándonos– de todas las cosas vivas que se mueven entre los “árboles”, reconociendo que se graduó en la universidad del olvido –donde le enseñaron a olvidar– dejándolo vacío, sin saber que hacer con ese pasado, con esa ausencia de revisión histórica (la desamparada imagen de una camisa que cuelga en una cuerda) para luego intentar repararlo desde su propia poesía:

Cansado de todos los que llegan con palabras, palabras, pero no lenguaje 
parto hacia la isla cubierta de nieve. 
Lo salvaje no tiene palabras. 
¡Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones! 
Me encuentro con huellas de pezuñas de corzo en la nieve. 
Lenguaje, pero no palabras.
                                                De marzo del 79

Hay allí una niebla que el poeta intenta disipar, el lenguaje representa la antigua literatura nórdica, las palabras parecieran ser hurgadas por los poetas que no intentan desnudar conceptualmente aquel pasado, basta partir hacia la “isla cubierta de nieve” para encontrar enseguida “huellas de pezuñas de corzo”. Así, con el tiempo se suman en esa hilera las camisas colgadas bajo la tibieza del sol.

Probablemente la vasija que Transtromer construye con las palabras contenga pequeños fragmentos del oscuro bosque, están allí, mezclados con el barro de una nueva forma de escritura, hasta formar un cuenco. Lo vemos beber en calma al poeta, invisible en su invisibilidad, mientras el poema ocurre. Tal vez los críticos deban romper la vasija y examinar los tiestos, es probable que recién entonces el bosque se ponga en movimiento.


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