Era Juan Carlos Onetti el que gustaba pasar la mayor parte del
tiempo acostado en la cama, será que estuve una semana por una gripe que me vi
en la vicisitud de contemplar mis relaciones con el mundo desde ese lugar, aunque
sin llegar al extremo de recibir visitas, como sí era habitual en el gran
escritor uruguayo. De pronto la única ventana cubierta de enredaderas cobra
otra dimensión, el sol del otoño aparenta filtrarse entre las rendijas, la vida
parece una nueva oportunidad para mejorar ciertas cosas, mientras el silencio
lo va cubriendo todo con un manto apacible.
Es extraño, toda convalecencia adormece, ensordece, enmudece, de
pronto en un oído nace un único sonido que nos acompañará siempre, anulando los
otros sentidos, hasta que los remedios empiecen a hacer efecto. Cambia el
sentido del tiempo, se modifican las percepciones y los actos se inclinan
levemente, como un crepúsculo acaso pálido.
Dicho así parece hermoso, la poetización de la enfermedad. Este año a mí una infección en los riñones casi me deja mirando las flores del lado de las raíces, como decía Cortázar.
ResponderEliminares extraño como cada uno lo experimenta, nos excede, estando en cama yo solo quise sentir el sol, ese consuelo...
ResponderEliminarmuy bueno lo de Cortázar.