sábado, 13 de septiembre de 2014

Todo eso que soy


Comparto un poema que cada vez que lo visito termino corrigiendo, agregando o suprimiendo palabras, por el momento lo abandono, vaya suerte la de los poemas que no encuentran su viento, antes los guardaba en un cajón, ahora forman parte del éter, y tal vez de la lectura sencilla, pausada, en medio de este bosque que es lo más parecido a un silencio que se musita.

Todo eso que soy
Se rompe.
Toda abstracción que no
Fulgores líquidos
Improperios de lo pautado.
Toda seguridad resulta
Un cono hermético
Donde ocultar
Lo que se pierde
Pero una vez adentro,
La realidad vulnera,
Esquirlas de un cobrizo aislamiento.
Acaso los lienzos de los barcos en el viento
Las relaciones mundanas, concebidas en los cubículos de la desdicha
Todo eso que tal vez fui
Se pierde en las canaletas 
donde cae el agua de las verduras.
Brilla en cuencos plateados, en hemisferios iridiscentes
(supe decir ópalos)
Explicar porqué escribí “barbijos de aire”.
Acaso agua quieta donde contemplar lo aparente.
La sombra que parece
Mojada.
Los puentes sin cruzar,
La mancha en la habitación del niño
Que semeja un buey,
Un árbol triste
Un poema roto.

Todo eso que soy
Calla sin una penumbra.
En canteros de flores blancas.
Azucenas...
Tarde quieta
De sol
En el balcón
Ausente
De la mañana.
Sumido en un sopor.
Vacío.
Hurgando
En la niebla
Lo que no es
Algo que no.
Recogiendo no me olvides.
Preparando la cena
Las paredes recién pintadas
Las cortinas del jardín con los helechos colgantes
Y las casuarinas
Un sol blanco
Ruidos de niños que juegan
El hogar encendido
Amarillos leños crepitando.
El felpudo donde se limpian los zapatos
Arrojando lo encallado del día.
Un perchero grande, donde caben los balbuceos
El sombrero
La campera gastada
Los guantes
Dejar eso ahí, eso del día largo y enmohecido
Ribetes de noche desde el día nacido
El de los rayos de sol naranja
Percutidos en los cristales
El rocío de las violetas
La escarcha de la hierba
Sentado en un vaho que respiro en la ventana
El sudor frío de la ventana
El afuera de los perros ladrando
Los mendrugos del día
Los colectivos sordos
El que junta la basura
Todo eso es afuera
Es lo lejano que convive afuera
Que no es
Que no tiene voz
Porque más allá del límite no hay conocimiento
Sin embargo todo lo imagino, lo sé
Eso se termina
“arbolito sin hojas que da sombra”
Como siempre, franqueado por mesetas de niebla
Cumpliendo su día de no ser
Amontona sin prisa huellas confusas.
Todo aquello...
Mientras tanto miro la ventana
Esa misma ventana
La de mis atardeceres glaucos
La mirada perdida en algún adentro
La frustración de los sauces
Mirar el techo
No escuchar ruidos
No prestar atención
Esto que soy que se termina
Porque no quedan rubíes que comer
Ni perfumes que ofrecer
Quedarse callado
Es todo.

La vida es algo más
Que esto
La vida tiene azulejos en tonos pasteles
Un lugar donde colgar las llaves
Una silla de mimbre
Un jardín habitado de glicinas
Eso que es el fondo de la casa
Con malvones oscuros
Sin flores
Con enredaderas en las paredes
Mirar el cielo
Hasta verlo negro
Cuando es azul
Inmaculadamente
Azul.
El tiempo es algo más
Que esto
Arborescencias...
Un ímpetu que se termina
Estar arrodillado
Recoger algo del suelo
Solo tierra
Y pasto
Cosas arrancadas.
Quedarse quieto mientras el mundo oscila
La primera estrella
El vaivén del silencio
Una vez más erguido (y perdido, sin brújula)
Cerrar el día tras la puerta
Lo que habita
Lo fecundo
Lo que está detrás.
Dar vuelta la llave
Dos veces
Mirar tras el reflejo nocturno
Aquello que no hasta mañana.
Los sapos
Las plantas sin regar
La luna llena
El mantel de plástico con pétalos rojos
Las sillas.
Cerrar todo eso hasta callarse
Un sol que no parece blanco
Un bastón invisible
El sopor en la mirada
El piso por limpiar.

Un árbol con las hojas tocando el suelo
Una imagen de la infancia
La mosca que se posa en mi mano.

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