Comparto un poema que cada vez que lo visito termino corrigiendo,
agregando o suprimiendo palabras, por el momento lo abandono, vaya suerte la de
los poemas que no encuentran su viento, antes los guardaba en un cajón, ahora
forman parte del éter, y tal vez de la lectura sencilla, pausada, en medio de
este bosque que es lo más parecido a un silencio que se musita.
Todo eso que soy
Se rompe.
Toda abstracción que
no
Fulgores líquidos
Improperios de lo
pautado.
Toda seguridad
resulta
Un cono hermético
Donde ocultar
Lo que se pierde
Pero una vez
adentro,
La realidad vulnera,
Esquirlas de un
cobrizo aislamiento.
Acaso los lienzos de
los barcos en el viento
Las relaciones
mundanas, concebidas en los cubículos de la desdicha
Todo eso que tal vez
fui
Se pierde en las
canaletas
donde cae el agua de las verduras.
donde cae el agua de las verduras.
Brilla en cuencos
plateados, en hemisferios iridiscentes
(supe decir ópalos)
Explicar porqué
escribí “barbijos de aire”.
Acaso agua quieta
donde contemplar lo aparente.
La sombra que parece
Mojada.
Los puentes sin
cruzar,
La mancha en la
habitación del niño
Que semeja un buey,
Un árbol triste
Un poema roto.
Todo eso que soy
Calla sin una penumbra.
En canteros de
flores blancas.
Azucenas...
Tarde quieta
De sol
En el balcón
Ausente
De la mañana.
Sumido en un sopor.
Vacío.
Hurgando
En la niebla
Lo que no es
Algo que no.
Recogiendo no me
olvides.
Preparando la cena
Las paredes recién
pintadas
Las cortinas del
jardín con los helechos colgantes
Y las casuarinas
Un sol blanco
Ruidos de niños que
juegan
El hogar encendido
Amarillos leños
crepitando.
El felpudo donde se
limpian los zapatos
Arrojando lo
encallado del día.
Un perchero grande,
donde caben los balbuceos
El sombrero
La campera gastada
Los guantes
Dejar eso ahí, eso
del día largo y enmohecido
Ribetes de noche
desde el día nacido
El de los rayos de
sol naranja
Percutidos en los
cristales
El rocío de las
violetas
La escarcha de la
hierba
Sentado en un vaho
que respiro en la ventana
El sudor frío de la
ventana
El afuera de los
perros ladrando
Los mendrugos del día
Los colectivos
sordos
El que junta la
basura
Todo eso es afuera
Es lo lejano que
convive afuera
Que no es
Que no tiene voz
Porque más allá del
límite no hay conocimiento
Sin embargo todo lo
imagino, lo sé
Eso se termina
“arbolito sin hojas
que da sombra”
Como siempre,
franqueado por mesetas de niebla
Cumpliendo su día de
no ser
Amontona sin prisa
huellas confusas.
Todo aquello...
Mientras tanto miro
la ventana
Esa misma ventana
La de mis
atardeceres glaucos
La mirada perdida en
algún adentro
La frustración de
los sauces
Mirar el techo
No escuchar ruidos
No prestar atención
Esto que soy que se
termina
Porque no quedan
rubíes que comer
Ni perfumes que
ofrecer
Quedarse callado
Es todo.
La vida es algo más
Que esto
La vida tiene
azulejos en tonos pasteles
Un lugar donde
colgar las llaves
Una silla de mimbre
Un jardín habitado
de glicinas
Eso que es el fondo
de la casa
Con malvones oscuros
Sin flores
Con enredaderas en
las paredes
Mirar el cielo
Hasta verlo negro
Cuando es azul
Inmaculadamente
Azul.
El tiempo es algo
más
Que esto
Arborescencias...
Un ímpetu que se
termina
Estar arrodillado
Recoger algo del
suelo
Solo tierra
Y pasto
Cosas arrancadas.
Quedarse quieto
mientras el mundo oscila
La primera estrella
El vaivén del
silencio
Una vez más erguido
(y perdido, sin brújula)
Cerrar el día tras
la puerta
Lo que habita
Lo fecundo
Lo que está detrás.
Dar vuelta la llave
Dos veces
Mirar tras el
reflejo nocturno
Aquello que no hasta
mañana.
Los sapos
Las plantas sin
regar
La luna llena
El mantel de
plástico con pétalos rojos
Las sillas.
Cerrar todo eso
hasta callarse
Un sol que no parece
blanco
Un bastón invisible
El sopor en la
mirada
El piso por limpiar.
Un árbol con las
hojas tocando el suelo
Una imagen de la
infancia
La mosca que se posa
en mi mano.
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