Esta es la vida, que intento conjurar.
Parado ante un campo de girasoles, y acaso una pradera, una puerta
de troncos anudada.
Todo aquello que estuvo, pasillos vacíos de una canción que apenas
puedo musitar.
Ahora me levanto, sin esperar otra cosa que el crepúsculo.
Una hermosa mañana, el viento apenas movía el agua del estanque,
se inclinaron algunos lirios en la orilla, y un sinfín de margaritas fue lo más
parecido a una infancia.
No se si volver a la casa, donde apenas entra la luz, quedan por
regar los canteros rojos llenos de turquesas, y el molino que abreva el débil
balbuceo de un día sin nombre.
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