sábado, 7 de marzo de 2015

Un ejercicio de idoneidad


Un ejercicio de idoneidad, atravesando lo que se urde bajo riesgo de no admitir la construcción de un simulacro. Haber entendido los intervalos donde ocurre lo recurrente a la hora de circunscribir un anatema, aboliendo la preexistencia de una sentencia literaria.
Toscos lienzos manchados de pintura, el cuadro borroso donde apenas comprendemos la sintaxis, allí donde es cuestionado el sentido de los márgenes poblados de anotaciones, que otros adelantaron en regias estructuras, que apenas pudimos reciclar. Saber que el destello lumínico en la ventana es parte de la ficción que sobrepasa los marcos de las creaciones afiebradas, y como se ve, no somos más que sombras pretendiendo hilvanar la envoltura de una idea.

Vaya el respeto a los que desbrozan las madreselvas bosquejando en el intento una luz demasiado clara, para así tornar conceptuales toda disquisición y toda simetría.

De este modo, las figuras retóricas se amalgaman en densas concepciones cuyos raptos habilitan discernimientos ontológicos urdidos en espiral, acaso el momento en que nace el poema crítico, cuando todo lo que anhelamos es el trazo urgente en la inmensa hoja blanca.

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