Cita con los ausentes, los que están en mi,
cavilando bajo. Salgo a caminar entre los arces, pienso en esa ofrenda amarilla
que se desprende, nunca se que viene después del verbo, el poema es una
disquisición aparente con un cuerpo extendido, donde los dedos de las manos
parecen apresar algo que se escurre, algo que se asemeja a las palabras que
intento, balbuceando amaneceres, la manta que nunca cubre los pies...
No abusar de los adjetivos es un precepto
que la época sentencia con su gesto adusto, siempre el problema es la forma, lo
demás, los textos, parecen arrancados.
Literatura de la literatura, el artefacto
que no tiene nombre, supe de quienes lo desarmaron para discernir el plano y
los componentes, luego disertaron sobre los conceptos, y se distrajeron conversando
sobre poetas. A veces es el nombre lo que desvela, años pensando como asociar
el artefacto a un nombre propio, para poder discernir sobre las bondades del
nuevo invento, pero el artefacto ya tenía nombre, o al menos eso creíamos.
Hablo de
los movimientos literarios, la capacidad que tienen algunos de atravesar todo
un contexto con una frase. Yo estoy perdido en medio de un renglón algo
confuso, parece que soy simbolista, y este no es mi tiempo.