viernes, 25 de marzo de 2011

Encuentro

Encontrar en apenas unos versos, una luminiscencia anterior a toda percepción, a toda concurrencia de bloques semánticos, aullando por esclarecer lo anochecido. He discutido esto; la evidencia del poema, el lirismo de la melancolía, la quietud de las capas superpuestas, la imbricación de lo acontecido, el arte y la poética, el objeto de la creación, el silencio del silencio, el color de la palabra, el habitar lo deshabitado, lo oculto detrás de la fuga, el círculo y la esfera, la infinita penumbra del detrás, el debajo, lo hondo de toda conjetura...

Pero llega la noche y nos miramos en el espejo, urdidos por el clamor de la escritura. Deberíamos ser siempre un efugio poblado de imágenes candentes, próximos a darnos cuenta que lo caótico ha fluctuado, que lo musitado es apenas una palabra.

He ahí el encuentro tal vez impropio: el poeta y el poema, el lienzo húmedo que espera envolver lo inaudito, como el vientre áureo de una madre, algo que ocurre, tibieza que pierde su crespúsculo. Parte de esto ha sido un poema, solo he recogido pequeños destellos, bosquejos inciertos de alguna certidumbre.

Cuando estas cosas suceden, no hay modos lógicos de representar cuánto abruma ser otro, cuánto cuesta dejar de ser.

domingo, 20 de marzo de 2011

La consagración del instante

Octavio Paz aseveró, tiempo atrás, que la memoria propiciaba la "consagración del instante", plena observación de un hecho subjetivo que busca, tal vez inconscientemente, consumar lo que deviene en tanto acto creativo, en tanto acontecer.

La materia fluctúa, tras lo creado, en un signo compuesto de palabras, en un plano instaurado donde la voz del poeta intentará luego sobrevolar lo diagramado, intentando con el acto facilitar una reflexión de lo ocurrido.

Lo que la opacidad del instante genera, cuando es consagrado a través de la poesía, es una evidencia del filo irredento que subsume detrás de cada cosa, inmaterialidad frecuentemente adjetivada bajo los aparentes ornamentos de la belleza. Lo que se licua, en esa idea que se pierde bajo la noción de abundante naturaleza, probablemente sea una hilatura hacia el origen de una pregunta que se formula con el silencio.

jueves, 17 de marzo de 2011

Poesía vertical

Cuando un lenguaje se extravía en otro lenguaje, cada palabra o signo clausura su lugar, lo disimula como si alguien cerrara su casa para que nadie la ocupe o despoje mientras dure su ausencia. Pero ningún signo o palabra vuelve nunca a su sitio. Cuando un lenguaje se extravía en otro, también el otro se pierde en el primero. Tal vez por eso cada palabra o signo debe volver a nacer constantemente en otra parte. El lugar de una palabra es siempre otro. Esta revelación pertenece a Roberto Juarroz (Buenos Aires 1925-1995) poeta y bibliotecario que ha logrado desentrañar el más allá de la palabra, el signo detrás de la misma, probablemente una respuesta oculta al entendimiento de la evidencia. Como cuando escribió que hay palabras que se parecen más al silencio que a las palabras, que cada una “reabsorbe la sustancia extraviada, el elemento no catalogado, que la torna más silencio que palabra, silencio sin silencio”. Que extraño consuelo descubrir tarde a un buen poeta…

viernes, 11 de marzo de 2011

Epifanía

Borrar con el pie lo que se escribió con la mano…

viernes, 4 de marzo de 2011

El origen de algunos poemas

A veces encuentro ciertas hilaturas, en planos imbuidos de un contexto filosófico abstracto, que suelo analizar en un sobrevuelo. A veces basta un sintagma para desarrollar una idea impar. A veces la sustancia de un bloque narrativo ofrece mendrugos para la construcción. A veces un hilo desvaído sostiene la envoltura de un entramado conceptual, probablemente ajeno al ovillo madre, probablemente cercano a las disquisiciones estéticas del creador.

Esta tarea de extracción e imbricación colma un estado de tensión. El del poema que va surgiendo a medida que las imágenes van siendo arrojadas, urgido el poeta por captar esa materia y perpetuarla en un soporte, para luego extraviarse sin límite en los senderos de lo creado.

Leer a Rimbaud, significar a Rimbaud, tal vez conceptualice dicha tarea. Pero es también extraño cuando esos bloques son extractados de contextos musicales o pictóricos. Cuando el artista narra su modo de crear, hay elementos que subyacen a la esencia primaria, que pueden ser re-significados, no ya para entender dicho proceso, sino para extraer quinta-esencias de una concepción mental, que opera en un marco de nervaduras apenas visibles, vertebrando todo plano detrás de lo que va sucediendo mientras el poeta escribe.

Allí, el poema ocurre, extractado en su materia por bloques de concepciones estético- filosóficas, para aventurarse entremedio de simultáneos componentes, haciendo de conjeturadas mesetas su inacabada meseta.

PD: la imagen pertenece a un artista que vive en la calle, es deseo suyo permanecer anónimo.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Pinturas negras

Manchas.

Bloques y rayas que serpentean su mohosa apariencia.

Una caja dentro de una caja donde se oculta el "yo".

Una palabra que está por decir (lo escribió Gelman en su Dibaxu)

el devenir que asalta mi espacio, dictando lo inefable, lo que ha de ocurrir.

Por cierto, una agradable noche.

Estos trozos de bosquejos apenas atardecen, imposible sostener el día de los papeles y las urgencias, los caminos cada vez más lentos, los imprevistos cada vez más insulsos.

¡Denme libros! aullaba Dostoievski en su celda fría. 

No quiero otra cosa que ese anhelo.