Cuando un lenguaje se extravía en otro lenguaje,
cada palabra o signo
clausura su lugar,
lo disimula
como si alguien cerrara su casa
para que nadie la ocupe o despoje
mientras dure su ausencia.
Pero ningún signo o palabra
vuelve nunca a su sitio.
Cuando un lenguaje se extravía en otro,
también el otro se pierde en el primero.
Tal vez por eso
cada palabra o signo
debe volver a nacer constantemente en otra parte.
El lugar de una palabra
es siempre otro.
Esta revelación pertenece a Roberto Juarroz (Buenos Aires 1925-1995) poeta y bibliotecario que ha logrado desentrañar el más allá de la palabra, el signo detrás de la misma, probablemente una respuesta oculta al entendimiento de la evidencia. Como cuando escribió que hay palabras que se parecen más al silencio que a las palabras, que cada una “reabsorbe la sustancia extraviada, el elemento no catalogado, que la torna más silencio que palabra, silencio sin silencio”.
Que extraño consuelo descubrir tarde a un buen poeta…
jueves, 17 de marzo de 2011
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