Debería proseguir con la idea de proseguir,
cuando son tantos los entrecruzamientos que ocultan unidireccionales bloques de
pensamiento.
Se sabe, hay multiplicidad de cauces en un
sistema literario, pero cuando se conjetura sobre poesía es preciso desmalezar
los subterfugios y adentrarse entre los hierbajos, para que ocurra lo que debe
ocurrir: el poema, o su alusión.
En ocasiones, se abren senderos hacia espacios
reflexivos que desvían el eje de lo revelado, aquel de los relámpagos y los
irredentos centelleos, en apacibles ordenamientos de ideas aparentemente
concatenadas. Si de algún extraño modo se corrige el rumbo de lo socavado,
crepusculares iluminaciones hilarán conceptos que tornarán visible las estructuras
de lo fugazmente creado.
He allí el instante, nace algo que nunca se
apagará, por más que haya sido enhebrado entre yertos vericuetos o bajo pétreas
aproximaciones de pensamientos laberínticos.
Lo creado finalmente nace, y se dispara cual
cometa, hacia infinitas posibilidades, sin que lo haya apresado del todo quien
lo conjuró, ni que lo haya entendido del todo quien lo extravió de su silencio,
una noche perdida en el tiempo, en la quietud de un cuarto azuladamente
iluminado.
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