sábado, 2 de abril de 2011

La idea de proseguir

Debería proseguir con la idea de proseguir, cuando son tantos los entrecruzamientos que ocultan unidireccionales bloques de pensamiento.

Se sabe, hay multiplicidad de cauces en un sistema literario, pero cuando se conjetura sobre poesía es preciso desmalezar los subterfugios y adentrarse entre los hierbajos, para que ocurra lo que debe ocurrir: el poema, o su alusión.

En ocasiones, se abren senderos hacia espacios reflexivos que desvían el eje de lo revelado, aquel de los relámpagos y los irredentos centelleos, en apacibles ordenamientos de ideas aparentemente concatenadas. Si de algún extraño modo se corrige el rumbo de lo socavado, crepusculares iluminaciones hilarán conceptos que tornarán visible las estructuras de lo fugazmente creado.

He allí el instante, nace algo que nunca se apagará, por más que haya sido enhebrado entre yertos vericuetos o bajo pétreas aproximaciones de pensamientos laberínticos.

Lo creado finalmente nace, y se dispara cual cometa, hacia infinitas posibilidades, sin que lo haya apresado del todo quien lo conjuró, ni que lo haya entendido del todo quien lo extravió de su silencio, una noche perdida en el tiempo, en la quietud de un cuarto azuladamente iluminado.

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