sábado, 1 de octubre de 2011
Sobre la traducción de lo creado
Un poeta argentino, Carlos Mastronardi, supo percibir hace un tiempo, de un modo indeleble, una verdad irrebatible: “Todo es traducible, excepto el lenguaje.” Otro gran poeta, Rodolfo Alonso, aseveraba lo siguiente: “No usamos el lenguaje. Somos lenguaje”.
La oralidad, recogida en soportes documentarios, fue preservando expresiones arcanas, resguardando matices de un mundo que ya no existía, construyendo nuevos planos de interpretación, desarrollando ideas emergentes, marginales y fragmentarias. Todo eso que supone una cultura dinámica ¿cómo es posible de traducir aún respetando el contexto?
Y yendo un poco más lejos en la cuestión ¿cómo traducir una mola, aquellos tejidos multicolores de la cultura Kuna? Aquí se sabe que cada color, cada textura, comunica una información que tiene honda relación con la cosmovisión de la cultura. En esos telares se encuentra representado un conocimiento oral que ha sobrevivido por siglos, en donde las autoridades de pueblos originarios -que hoy habitan parte de los territorios de Panamá y Colombia- han sabido simbolizar la idea de laberinto que supone la creación del mundo, en relación con el hombre, la vegetación y variados elementos de flora y fauna.
Las molas son las hojas de un libro de memorias de la cultura Kuna, que los propios indígenas pueden leer, interpretar y compartir, más no podemos dejar de lamentar la imposibilidad de traducir, en toda su riqueza de contenido simbólico, lo que cada trazo y cada color realmente significan. Solo un anciano bilingüe podría acercar una aproximación, en forma endógena, del documento genuino, con lo cual debemos considerar una coexistencia de las ideas, una apertura hacia el otro, un modo aún precario de tender un puente que semeje una interrelación y una comprensión de lo creado.
En ocasiones, ocurre que con los textos escritos nos acercamos a la interpretación de una interpretación, salvo que la fuerza narrativa del autor pueda resistir los embates del tiempo, y las eventuales traducciones. En todo caso, apreciaremos la envoltura de la idea, su cáscara.
Me ha pasado una vez, leer una traducción del francés al castellano de un libro de Oscar Wilde, que como se sabe escribió en lengua inglesa. Obra mutilada, era como intentar arreglar un delicado jardín con un hacha oxidada.
Leer sin intermediarios, probablemente sea la conveniente tarea. Mientras tanto, tendremos inquietudes que soslayar con aquellos autores lejanos a nuestros entendimientos, frustrándonos de tanto en tanto, o encogiéndonos de hombros mientras revisamos libros viejos que sin embargo llevaremos a nuestra casa y leeremos con algo de tristeza.
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