jueves, 29 de diciembre de 2011

El río de Heráclito


Leo a Heráclito, aquel que consideró lo múltiple y lo diverso (el no-ser) en el ser que produce todo devenir:
lo opuesto o enemigo es útil, y de las cosas diferentes nace la más bella armonía. Todo se produce según discordia”.

He allí el sentido de toda construcción, las capas de aportaciones que confluirán en un plano viscoso, fluctuante, atravesado por múltiples adyacencias.
Poblar de componentes los lineamientos y agregar nuevas curvaturas, ir más allá de los límites pétreos del entendimiento, traspasar lo que la conformidad o la concordia aceptan de antemano como normal desenvoltura de los hechos.
Descubrirnos con la osadía, saber y no saber que límites atravesamos, adónde llegamos, que hicimos de nuestras vidas...

Siempre vuelvo a Heráclito, el hombre del torbellino ígneo, el que se sumergió en el lodo para curarse, el que se supo perteneciente a sectas órficas (grupos místicos originados en creencias prehelénicas), aquel de la dialéctica de que todo es un constante fluir, mediante el cual cada elemento llega a convertirse en su contrario, el vidente que se alimentaba de plantas silvestres, el que pudo haber sido Tiresias, o Juan el Bautista, el que predicó y desdeñó multitudes, el de los indelebles epigramas en los cuales se sumergieron tantos poetas, el que dijo en los mismos ríos nos bañamos y no nos bañamos; somos y no somos”, o que “incluso un brebaje se descompone si no se agita”.
El que le contestó al Rey Darío, pretendiendo este hospedarlo “Cuantos hombres hay sobre la tierra se apartan de la verdad y la justicia, y por causa de una malvada locura se dedican a la avaricia y deseo de fama. Yo, habiendo logrado el olvido de todo tipo de maldad y tratando de escapar de la saciedad que acompaña a la envidia, y también porque tengo horror del esplendor, no puedo ir al país de los persas, bastándome con unas pocas cosas, buenas para mi propósito

A lo largo del tiempo el pensamiento de Heráclito, como una vasija que se destroza contra una pared, ha originado alguna que otra construcción que tuvo por objeto recoger cada pedazo no para devolver al recipiente su forma original, sino para generar nuevas creaciones desde el fragmento, porque tal era su sentido y tal vez su invisible propósito. Así, muchos pensadores dispararon sus flechas a un volcán constantemente eruptivo, urdieron nuevas encrucijadas y discutieron conjeturas cuyas ilimitadas teorías fraguaron inconmensurables planos. Muchos no tuvieron consuelo, resignándose a beber de algún abrevadero para saciar una sed que no tuvieron, solo por que no supieron ver que había detrás de aquellos enigmáticos tratados.
Así, diversos creadores comieron de sus mendrugos y se extraviaron ante la obra, titubeando bajo el sol, o escribiendo en forma automática mientras la lógica edificaba estatuas de hierro con pies de barro. Mismo Sócrates diría estas palabras: “Lo que he entendido es elevado, y elevado también parece lo que no entendí. Pero para descifrarlo todo habría que ser un buzo de Delos”.
Hay lecturas que llevan hasta sitios inconcebibles pero que seguramente guardan alguna raíz con el vórtice de lo creado. Yo propondría que quienes decidan acercarse a la obra de Heráclito lo hagan prescindiendo de los estudios críticos y abordando directamente la fuente, creo entender que se trata de un ejercicio inspirador, que permite dispersarse en torno a ciertas elucubraciones En ese sentido no puedo dejar de ver, en ciertos poemas de Rimbaud, alguna reminiscencia oculta de los tratados de Heráclito,
Decía el poeta maldito “estoy desnudo y no lo estoy”, ¿No está allí imbricada, en dicha alucinación, un sesgo del “oscuro”?, mismo la frase “yo es otro” ¿no es acaso lo que somos y no somos en ese río que, según el aforismo, siempre es nuevo?
Me gustaría, en un futuro no muy lejano, abordar la relación de sentido entre las ideas del genial filósofo y los poemas del vidente adolescente.

Lo que dejó Heráclito ha sido estudiado en condiciones precarias, sus fuentes son citas, referencias y comentarios de otros autores, constantemente simula un quejido o un alarido, tiene un alma y miles de razones arrojadas sin sentido a un fuego ardiente. Está allí, bajo la forma de fragmentos, esperando aún hoy ser reinterpretados. Filosofía del caos donde un vórtice no nacido es urdido infinidad de veces. La relectura de sus textos lleva a divagar en torno a lo pronunciado o callar violentamente al descubrir sus relámpagos en nuestro sistema de entendimiento. Todo ello que fue, y que hizo, puede volver hacia otras fuentes bajo otras formas, hay elementos para iniciar, una vez más, la construcción. Eso es lo que consuela y lo que atemoriza, porque hay tiempo, y porque no lo hay.

Y ya estamos ante otro año nuevo y por cierto no deja de causarme asombro, todo esto que lejana y melancólicamente es
y no es.

Feliz 2012…

viernes, 23 de diciembre de 2011

El devenir del ser


Ocurrió en un instante, estaba viajando y mirando por la ventana del auto, incliné levemente la cabeza y adiviné a lo lejos la caminata de un niño que parecía volver de la escuela, yendo seguramente hacia su casa, como cualquier otro día de semana, y de algún modo sentí que eso que el niño estaba haciendo, pateando esas piedritas del suelo, lo iba a recordar toda su vida, porque pasará una y mil veces por allí, bajo días que parecerán nuevos como un sol, contemplando el polvo danzante del camino, mirando los mismos árboles y las mismas casas viejas, la misma quietud de siempre ¿porqué recordar eso? Tal vez porque hay verdades en esas caminatas, hay silencios que no fueron poblados de olvidos, hay evidencias…

Decían los griegos arcaicos que “verdad” significaba no olvidar, bastará con revisar la etimología para darnos cuenta, “aletheia” la letra a significa sin, y letheia es olvido, por ende todo lo verdadero era aquello que no podía olvidarse. Sin embargo, vaya recorrido de la palabra, con el tiempo las verdades se trasformaron en mitos, tal vez porque no podían sostenerse con el paso indeleble de los años, y mito es lo que se entiende por “mentira”, mitómano, aficionado a decir mentiras…entonces tenemos, en una curvatura del devenir, que la verdad pasó a ser una mentira, pero seguramente no para aquellos que pueblan sus verdades con historias que pasan de generación en generación, permaneciendo en los mismos lugares, instalado en alguna memoria.

Así, conforme nos pasa el tiempo, habitamos con historias ciertas verdades, que no son tales, que siempre serán relativas. Lo que aquel niño sabe, mañana lo podrá representar desde la más bella armonía, y probablemente, en su lento sosiego, pueda refutar otras verdades, propia de imaginarios colectivos que se suelen construir desde un sobrevuelo.

El niño habitará otro plano, el de la evidencia. Los que escriben historias haran del disenso un ejercicio dinámico que formará parte de una enciclopedia. Así suele pasar, al niño le bastará la palabra, y el recuerdo de un día cercano, rodeado de algunas certezas.

Vaya a saberse porqué me acuerdo de esto a horas de una nueva navidad...

sábado, 17 de diciembre de 2011

Calmar el dolor


Una vez me sentí muy mal, el estómago me ardía, el dolor era insoportable, entonces decidí calmar el dolor leyendo poesía, habré soportado un par de horas, como siglos con sus navajas, donde por fugaces retaceos lograba mitigar la desesperación de un padecimiento inexplicable, después de leer un par de poemas me arrastré hasta el hospital más cercano (es literal, “caminé” de ese modo), apenas me vieron los médicos me llevaron hasta una camilla, me pusieron cables en los brazos y me dijeron que estaba a horas de una peritonitis, que tenía que tomar una decisión…

Después desperté sin el apéndice, que según parece nadie sabe que función cumple, pero siempre me acordé de los poemas, me acordé de la película donde Beethoven pedía que le tocaran sonatas en el piano para calmarle el dolor, esas cosas...me aferré a lo que fuera con tal de sentir que algo de todo eso podía ayudarme a terminar el día…

A mi la lectura de poemas no me evitó la operación pero me hizo entender lo que se siente en ocasiones cuando se escribe poesía, acaso los versos más candentes, incluso aquellos que después se transforman en bollitos de papel.

Calmar el dolor con poesía…
Como para vivir en sociedad estaba.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Sobre los talleres de poesía


Hay talleres de poesía que suelen ser reconocidos secretamente por una inmensa minoría de “escribidores”, quienes asisten con sus poemas, cuentos, relatos, crónicas, pequeñas novelas, ensayos…de antemano el escritor admite que no es posible enseñar a escribir, a lo sumo se habla de acompañamiento, de lecturas compartidas donde es necesaria la crítica y cierta distensión que forma parte del contexto, todos tienen su método, o algún método, alguna manera de plantear la experiencia de un taller de literatura donde lograr que el otro saque afuera sus evidencias, lograr “soltarlo” sin que eso signifique arrojarse sin paracaídas a un campo poblado de espinas y cardos. Lo impredecible en este caso es la persona que entra a ese taller, la carga de cosas que conlleva ir con un puñado de poemas a que otros lo evalúen, lo beban, lo musiten, lo desbrocen, escuchar infinidad de cosas: el porqué de las “imágenes”, la cáscara y el contenido, la forma, ciertos adjetivos, ciertas estructuras, cierta reiteración de sentido y así…
¿Sale un escritor de ese sótano? Tal vez entró un escritor y salió otra cosa, tal vez salió alguien más confundido o con más certezas, tal vez se trate del placer de hallar a un gran poeta entre desconocidos sin edad y sin pasado, como el placer de encontrar un buen libro en una vieja biblioteca, por un lado debe ser eso lo que motiva a mucha gente a dar talleres de literatura, por otro lado debe ser eso lo que tal vez motive a un potencial escritor a formar parte de un reducido círculo donde pueda ser “hallado”, “descubierto”.

Decía Saramago que la verdad no existe, que solo existen verdades parciales.
Abruma pensar que alguien puede enseñar a escribir. Tal vez se trate de acompañar un descubrimiento paulatino, como entrar con alguien a un bosque frondoso del cual se conocen pocas cosas, y salir al otro lado con un conocimiento inaudito o parcial que le permitirá ver de otro modo, esas mismas otras cosas.

Me interesa la construcción en este caso ¿Cómo se diagrama este tipo de tarea? ¿Dónde considerar la intervención, y porqué? ¿Cómo decir “eso no” o eso “tal vez”? ¿Cómo inspirar?

Lo que seguramente no corresponda es considerar la posibilidad de una “técnica”, difícilmente tenga sentido incluir esa noción en un taller de escritura, por lo demás, compartir lecturas y analizar en grupo un conjunto de textos bien podría significar una experiencia enriquecedora, se sabe que esas prácticas, entre poetas, son contadas, bienvenidos sean los casos donde se logren abrir ilimitados caminos a quienes han estado a solas con su alma, secretamente, anotando papelitos y libretas, haciendo bollitos de papel o leyendo en voz alta mientras la noche les pertenecía, esas vidas...

sábado, 3 de diciembre de 2011

La música invencible


Tengo un amigo que alguna vez hizo música, toca la batería (no sé en que tiempo emplear el verbo, ya que hace mucho que no sacude los parches), si bien en algún momento despuntó el vicio con un bombo legüero, lo suyo ha sido siempre el rock pesado. La primera vez que lo vi tocar me impresionó la transformación en el escenario, de ser lo que es, un filósofo tranquilo que se desenvuelve en un contexto de libros viejos, me encontré con un tipo fuera de sí, pegándole sin asco a todo aquello que pareciera temblar delante suyo, era “otro”, alguien que sacaba algo afuera, entendí que se completaba en ese momento, que también “eso” era el. Ahí no había filosofía, ahí había sudor y un sentido del ritmo y de lo visceral que desconocía. Esto fue hace unos años, una noche con sus estrellas, a metros de la Avenida Corrientes, desde donde no se ve el obelisco.

Generalmente alguien no olvida cuando comparte un recital, calculo que los músicos tampoco, el tema es cuando, por motivos que los exceden, no pueden seguir haciendo lo que hacían, porque todo tiene su tiempo y porque la vida pasa y quizás sea conveniente acompañar las incertidumbres mientras se hacen cargo de otras cosas.
Como dije al principio, mi amigo hace tiempo que no toca, se dedicó a discutir y analizar conceptos, y vive en una librería intentando encontrarse a sí mismo mientras corrige una y cien veces su primera obra de teatro, un interesante relato que intenta acercarse mentalmente a la locura de un combatiente de Malvinas. Cada vez que lo veo me recuerdo de niño inventando historias con papeles que parecían personajes míticos, desenvolviendo mi imaginación en un contexto de soledad creativa. De eso hace años, tal vez milenios…

A veces creo que si vuelve a los tambores terminará haciendo algo parecido a lo que hizo Reynols, si Alan Courtis, instrumentista de esa banda, grabó todo un disco con una guitarra sin cuerdas, mi amigo bien podría hacer lo mismo con los palillos, sin parches ni platillos, haciendo nacer sonidos, desmenuzarlos, reinventarlos, agotarlos, callarlos…un poco como el sentido de aquella carta del vidente que un adolescente Rimbaud escribió hace tiempo sobre la nueva poesía.

La música traspasa culturas sin que haya necesidad de comprender el contexto en el cual surgió el creativo destello, es como encender un fuego, un acto simple que puede generar un estado de comunión en el cual no hagan faltas palabras para comunicar algo, solo basta compartirlo.

Pensé en mis experimentaciones musicales, en su momento tuvo sentido, puntualmente lo abandoné. La vida se me iba en otra cosa. Ahora busco en la palabra alguna naturaleza, alguna abstracción.

Cuando me encuentre con mi amigo me gustaría preguntarle si quiere seguir viviendo aquel sueño, si se trató solamente de hilvanar un pasatiempo circunstancial , en el que era un simple pasajero de su propio viaje, porque tal vez no se haya planteado el esquema de esa encrucijada, y para eso a veces están los amigos, para ofrecer preguntas, para callar respuestas.

Nunca se sabe si todas estas cosas están a la vuelta de una esquina.