domingo, 29 de abril de 2012

Platón y la escritura

Pues bien, oí decir que vivió en Egipto en los alrededores de Naucratis uno de los antiguos dioses del país, aquél a quien le está consagrado el pájaro que llaman Ibis. Su nombre es Theuth y fue el primero en descubrir no sólo el número y el cálculo, sino la geometría y la astronomía, el juego de damas y los dados, y también las letras. Reinaba entonces en todo Egipto Thamus, que vivía en esa gran ciudad del alto país a la que llaman los griegos la Tebas egipcia, así como a Thamus le llaman Ammón. Theuth fue a verle y, mostrándole sus artes, le dijo que debían ser entregadas al resto de los egipcios. Preguntóle entonces Thamus cuáles eran las ventajas que tenía cada una y, según se las iba exponiendo aquél, reprochaba o alababa lo que en la exposición le parecía que estaba mal o bien. Muchas fueron las observaciones que en uno y en otro sentido, según se cuenta, hizo Thamus a propósito de cada arte, y sería muy largo el referirlas. Pero una vez que hubo llegado a la escritura, dijo Theuth: “Este conocimiento, oh rey, hará más sabios a los egipcios y aumentará su memoria”. Y aquél replicó: “Oh, Theuth, excelso inventor de artes, unos son capaces de dar el ser a los inventos del arte, y otros de discernir en qué medida son ventajosos o perjudiciales para quienes van a hacer uso de ellos. Y ahora tú, como padre que eres de las letras, dijiste por cariño a ellas el efecto contrario al que producen. Pues este invento dará origen en las almas de quienes lo aprendan al olvido, por descuido del cultivo de la memoria, ya que los hombres, por culpa de su confianza en la escritura, serán traídos al recuerdo desde fuera, por unos caracteres ajenos a ellos, no desde dentro, por su propio esfuerzo. Así que, no es un remedio para la memoria, sino para suscitar el recuerdo lo que es tu invento. Apariencia de sabiduría y no sabiduría verdadera procuras a tus discípulos. Pues habiendo oído hablar de muchas cosas sin instrucción, darán la impresión de conocer muchas cosas, a pesar de ser en su mayoría unos perfectos ignorantes, y serán fastidiosos de tratar, al haberse convertido, en vez de en sabios, en hombres con presunción de serlo.

Mediante un antiguo mito egipcio, referido en su diálogo Fedro 274c-275a, (que trata sustancialmente sobre el arte de componer discursos) Platón (ca. 428-347 a. C.), en boca de Sócrates, rechaza el invento de la escritura con el convencimiento de que lo transmitido oralmente es beneficioso para el ejercicio de la memoria, mientras que el conocimiento trascripto en caracteres gráficos presagiaba una pérdida definitiva de esta virtud.

Una virtud que desestimamos de las culturas indígenas, cuyos chamanes aún conservan en la memoria antiguas prácticas, conocimientos medicinales, mitos y leyendas, sin necesidad de resguardar el saber en algún tipo de soporte.

Pero bien, Platón, al recoger el mito, no rechaza el valor de la escritura sino más bien advierte de que esta herramienta, si no se plantea al servicio del conocimiento, no sirve para nada.
Podríamos extender a nuestros días estas disyuntivas del filósofo, mucha gente posee destrezas en el campo de las innovaciones tecnológicas, pero no suelen saber como aplicar ese conocimiento, para qué, la cuestión técnica no va acompañada de un carácter filosófico que debería existir en toda disciplina, generalmente no nos detenemos a pensar esto, no forma parte del devenir existencialista de nuestro tiempo, saber hacia donde nos llevarán estas cosas.

Platón temió en aquel hombre la lenta irrupción de la presuntuosidad en el saber, y de algún modo se encargó de demostrarlo en algunos de sus diálogos.
Sin embargo, de no haber sido por la escritura, probablemente Sócrates no hubiera existido para la raza humana más que para sus congéneres.
Sócrates, quien como Jesús, nunca se le conoció escritura alguna de su pensamiento (cuanto daríamos por saber que escribió el nazareno en la tierra, antes de borrarlo con su propia mano), construyó un modo de entender la filosofía desde la comunicación oral de sus ideas.

Un amigo considera que “hoy por hoy, plantear una oposición entre escritura y oralidad, seria establecer un falso dilema”.

Yo creo que los blogs de poesía deberían recuperar la voz del poema, en boca de los poetas,  eso que estuvo antes, en discos, en encuentros literarios, en programas de radio, recitando, improvisando, actuando...

Eso que estuvo siempre.

viernes, 27 de abril de 2012

Sobre escrituras y bitácoras


Me suele interesar, al frecuentar blogs de escritores, cuando el autor se abre camino a través de los estudios y ensayos sobre literatura, me importa todo, las críticas de libros, las semblanzas, las teorías literarias, las elucubraciones, las entrevistas.
Algo de todo eso hay en el blog de Florencia Abbate (narradora, poeta, ensayista), particularmente disfruté mucho los artículos sobre Rimbaud y Baudelaire.

Probablemente el blog permita, como formato o tal vez como idea, vertebrar diferentes esquemas narrativos desde una transversal usina creadora, sin perder coherencia y sentido al hacerlo. Un espacio donde los manuscritos encuentran una suerte de laboratorio donde poder exponer sin culpa la fragmentada obra. Nada de eso tiene porqué llegar al libro, después de todo es un punto de encuentro, donde las escrituras atraviesan diversos procesos creativos, y consecuentes puntos de fuga, arrojados a una esfera pública, siempre selvática, siempre candente, allí donde ocasionales lectores fluctúan en medio de lo que encuentran.

sábado, 21 de abril de 2012

El nombre

 
Este texto de Pedro Mairal removió algunas inquietudes que espero desbrozar con el intento. Por un lado siempre tuve la tentación de darme a conocer, construir un nombre y poblarlo de cifras, de contenido simbólico, de sentido ético. Sé que tarde o temprano eso algún día ocurrirá, no es algo que me preocupe.
Pero por alguna razón preferí el pasamontañas, ser un perfecto anónimo, quizás para que los lectores se acercaran por la simple escritura, y no por el nombre. Provocar interés en el bosquejo de ideas, reflexiones, pensamientos, y no por la información de saber quien soy, que libros escribí, que círculos frecuenté.

Así las cosas, corro el riesgo de quedar atado a una sombra. Me inquieta saber que quienes se acercan lo hacen por el nombre, y no por lo que el autor esté intentando construir en un espacio determinado. Les preguntaría a los escritores como lograron sobrellevar ese condicionamiento. Porque de alguna manera el nombre condiciona lo que viene detrás, se adscribe o se refuta lo que tiene cuerpo, esencia, sentido de pertenencia. Es verdad que la obra no existe por sí misma, primero está el autor, y me pregunto si, a base de participaciones, un autor sin obra no hace igualmente un nombre. Seguir lo que dice alguien que apenas sabemos quien es, defender su seudónimo en un debate, sumarle voces al coro infernal de sus proyecciones fulgurantes.

Si al final del texto no se firmara el nombre, le cabría al lector suponer la autoría, en un ejercicio incierto donde se cifra el contenido estético de una forma de pensamiento, y si los tiestos de esa idea provocan advenimientos futuros en espacios casuales, se tendría que examinar hasta donde un concepto se construye con cimientos anónimos que otros recogieron, dejando vacante la idea de aseverar quien ha proferido los vectores de dicho diagrama.

Pero como se ve, ese es otro problema, y ahora vuelvo a mi invisible discordia.

domingo, 15 de abril de 2012

Sobre los poetas malditos


Ahora vivo en una especie
de ático o altillo, tres por tres, casi nada me rodea.
Pocas visitas, cuando vienen
les sirvo mate o en su defecto café, hablan y me distrae
el temblor de la mano entre las piernas, una mancha
en la baldosa; pero lo que de verdad me inquieta
es la decadencia del oficio.

Alejandro Rubio

¿Qué es, hoy por hoy, lo que se entiende por “poeta maldito”?
Encontré un ejemplo en el poeta Alejandro Rubio, tal vez se trate de un estigma azaroso, probablemente reforzado en sus intervenciones críticas en revistas como Inrockuptibles y en comentarios de blogs donde solía entablar feroces discusiones a favor de la poesía. Un modo de confrontar desde el sentido asociado de la ética intelectual, que a su entender, simboliza el único modo de separar las buenas obras de las que no lo son, y para eso se necesita de la sinceridad y el pensamiento crítico.

Surgido de un taller de García Helder y Arturo Carrera, reconoce en aquel legado el haber descubierto "cierta tendencia realista, antiromántica, antibarroca. Una manera de leer la poesía que es muy dura con la verbosidad del poeta".
Rubio ha criticado la construcción enarbolada por algunos poetas “de los 90” con respecto al paso del verso a la prosa, en coincidencia con lo esbozado por Luis Chitarroni, advierte cierta ligereza en dicha inserción.
En “la garchofa Esmeralda” emplea algunos puñales para discutir la poesía argentina contemporánea

El concepto, asociado con los poetas simbolistas del siglo XIX, ha cobrado otra significación. Ya no basta la vida puerca donde se redime el poeta entre el barro y la podredumbre, arrojando sus diatribas desde una literatura asfáltica, buscando el efecto de “un cross en la mandíbula” según profirió Roberto Arlt.
Ahora no hace falta la cinematográfica escena de un Rimbaud orinando en una mesa de poetas, por la poesía misma, que con el gesto buscó tal vez reparar. Yo mismo he visto algunos desconocidos poetas gritar sus versos para callar el griterío de la mesa contigua, en un viejo bar de billares, los he visto entrar en sótanos mal iluminados para recitar sus versos con un vino en la mano, los he visto musitar con lobreguez, haciendo de cuenta que el mundo no existía, mientras leían incomprensiblemente un par de vértigos violáceos. Algunos rieron entre las luces de neón, mientras la noche les perteneció. Fueron jóvenes, fueron insolentemente soberbios, parias sin tierra que amaron en los rincones mientras los versos eran labrados, todo aquello que como un sesgo pobló los ebrios corazones, aquello que de algún modo permaneció incólume, botellas rotas en un jardín.

Tengo reminiscencias de esos relámpagos.
No los he visto envejecer.

viernes, 13 de abril de 2012

Poesía, la película


¿como es allí?
¿cómo de solitario?
¿brilla rojo el atardecer?
¿cómo cantan los pájaros en el bosque?
¿puede llegarte la carta que no me atreví a enviarte?
¿puedo hacerte llegar la confesión que no me atrevía a hacer?
¿pasará el tiempo y se marchitarán las rosas?
¿es tiempo ahora de decir adiós?
como el viento que perdura y después se va
como las sombras
por las promesas que no llegaron
por el amor sellado hasta el final
por la hierba que besa mis tobillos cansados
y por los pasos menudos que me siguen
es hora de decir adiós
ahora, cuando cae la oscuridad
¿se encenderá de nuevo una vela?
aquí rezo
nadie debería llorar
y para que sepas
que profundamente te amé
la larga espera en medio de un cálido día de verano
una vieja senda parecida al rostro de mi padre
incluso la solitaria flor salvaje apartando la vista con timidez
qué profundamente te amé
como se agitaba mi corazón al escuchar tu vaga canción
te bendigo
antes de cruzar el río negro
con el último aliento de mi alma
estoy empezando a soñar
una brillante mañana soleada
me despierto de nuevo cegada por la luz
y te encuentro
apoyándome.


Canción de Agnes, de la película Poesía

Hubo al principio un feliz ejemplo. En un taller literario el docente muestra una manzana, luego de preguntar cuántas veces vieron una manzana en sus vidas, la respuesta llegó del propio maestro: nunca
Frecuentemente, a lo largo de sus vidas, las personas miran diferentes manzanas, pero nunca la ven, y el empleo de ese verbo, es tal vez el primer rasgo de quien se pretende poeta:

Ver...

Y no se trata solo de la secreta admiración por la manzana, se trata también de profanarla, con todos los sentidos, como si fuera por última o única vez “senté a la belleza en mis rodillas, y la encontré amarga, y la injurié” escribió Rimbaud.
Es probable que después de todo eso, anotando en los márgenes de una hoja blanca, pueda surgir, de algún modo, un poema. También es probable que no, que la mera contemplación se limitara a discurrir por los laberintos filosóficos de una significación del porqué, y que no haya poema, que no haya más que incomprensión e impotencia de representar con palabras un objeto desconocido.

Hay una escena simpática. La anciana cree que puede escribir poesía porque “le gustan las flores y las palabras raras”. Es interesante el acercamiento hacia lo que se desconoce, y en algún sentido, se teme. Parece válida la asociación hacia lo desconocido, que tiene en personas asombradas un profundo sentido, casi tan respetado como ignorado, hay estupor en las caras de quienes escuchan la palabra poesía en sus vidas cotidianas, hay un silencio en las miradas, y una extrañeza. Contra todo eso avanza la anciana hacia algo que parece comprender, a pesar de su angustia por no poder crear unos simples versos.

Al final, la anciana termina su poema, paralelamente todo lo redime, todo se transforma en poesía.

Feliz película de un mundo que siempre será lejano.

lunes, 9 de abril de 2012

Después del vendaval


Después del vendaval, se cortó la luz en todo el barrio, lo que pareció un tornado dejó paso a la desolación, decenas de árboles caídos y paredes rotas, letreros que alguna vez estuvieron colgados en el cielo ahora parecían hojalata retorcida por un gigante con manos de viento. Fue entonces, cuando llegó la noche profunda, que volvimos al siglo XIX, encendimos velas, comimos en silencio, nos miramos a los ojos, y nos fuimos a dormir con la penumbra inevitable, cuando el sol no es otra cosa que una línea cobriza en algún lugar imaginario, bien temprano nos fuimos a dormir, dejando que la noche entrara en nosotros, dejando de preocuparnos por lo que no teníamos, la luz, la heladera ya no tan fría, la computadora, toda comunicación.

Ahora que volvió la luz, pienso que en la antigüedad, antes de que se inventara la lámpara eléctrica, las personas se dejaban dormir sin premura, simplemente era el momento en que el día se iba porque la noche llegaba, existía un límite simbólico, imperceptible, quizás diáfano, una traslación lenta, como si lo nocturno abrazara el rocío del crepúsculo invisible, no existía, en verdad, ese modo abrupto de imponer el descanso por el simple hecho de apagar la luz, una luz artificial creada por el hombre para estructurar el tiempo, dando la espalda a los designios de la naturaleza, delimitando los límites del sueño para después calcular cuánto tiempo dormir, cuando despertarse... Calculo que pasaba lo mismo cuando un navegante se guiaba por la ubicación de las estrellas, ahora tenemos un artefacto digital que nos ubica en el mundo a través de un satélite, pero lo llamativo es que dejamos de ver con nuestros sentidos para pasar a ver por intermediación de la tecnología. Calculo que con la memoria pasará algo similar, cada vez será menor la información que el ser humano podrá retener, porque cuenta con dispositivos que le permiten no practicar esa costumbre ancestral de memorizar escrituras, relatos, leyendas...
Se dice que los griegos arcaicos consideraban verdad a todo aquello que no se podía olvidar, hoy todo sería un mito porque es tanto lo que se edita y produce que es imposible abordarlo, procesarlo, analizarlo.

Tal vez haya que recuperar algo de aquel encanto, comer con velas, no mirar tanto la televisión, porque en definitiva algo ocurrió que terminó convirtiéndonos en autómatas, sujetos del tiempo y de las circunstancias que nosotros mismos habilitamos, perdiendo la esencia de las pequeñas cosas, esas que nacieron con el día, tiempo atrás.

Al menos para todo eso me sirvió el apagón después del vendaval.

lunes, 2 de abril de 2012

Malvinas


Un día como hoy, hace ya 30 años, se desataba un sueño en las islas Malvinas, donde el viento es morada del silencio, de aquellos que no pudieron volver.

Siempre se reiterará el mismo sueño, una y otra vez, hasta que la memoria pueda descansar, en un paraje no tan hostil, con un mañana no tan desolado.