Me desperté pensando, en medio de la noche, en algo que tenía
que escribir. Ahora no lo recuerdo. Debe ser similar a cuando un músico tiene
un acorde en la mente y no cuenta con un instrumento para fijar ese vértigo,
luego se despierta y no recuerda lo que había escuchado. Acto seguido ocurren
otras entelequias, bloques de relatos se dispersan, atravesándose en registros
paralelos, en irrealidades enfrentadas, plano con plano, sin que tengan mucha
relación o sentido. Luego todo pasa, aparecen algunas nubes, los laberintos
parecen rectangulares, los perros aúllan y la noche se corre como quien despeja
una habitación llena de cortinas. Aún falta para el amanecer, la lumbre tenue
del alba, que todavía no existe, nos recuerda nuestra propia finitud.
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