jueves, 12 de septiembre de 2013

Segunda parte

Demasiada lluvia en el cielo con nubarrones “las nubes están llenas de murciélagos” dice mi hijo mientros intento ver, entre los charcos negruscos, vestigios de una infancia sin barro en los pies. Huyo hacia los páramos, hacia las conjeturas del poema, en un sesgo vuelan pájaros, las estructuras están lejos de tornarse complejas, un sutil barroquismo baña las costas de mis encrucijadas literarias, me veo irrumpiendo en el salón de los espejos diciendo en voz alta que ya no puedo sostener esta mentira, y la mentira, o lo que se entiende como tal, es un límite que ya no puedo atravesar con el discernimiento de la creación, todo es fuga, todo es intentar atrapar algo que se torna niebla, conversaciones estentóreas en un bar lleno de humo, una vida paralela donde las rutinas forman bloques de sentidos que día a día resultan profanados, ya no puedo ir más allá del entendimiento, y yo que me creí en el vasto mundo de las inquietudes literarias, y todavía en la vida!

Segunda parte del vaso sin terminar, una luz amarilla me devuelve la imagen del adolescente ataviado por el destino, el que ahora dice que la frase “casas sin terminar” debería ser parte de un poema, porque es algo que no he dejado de ver entre las calles del barrio de la infancia, porque ahora todo de algún modo quedó detenido. Sigue lloviendo, los charcos se multiplican, cada tanto un resplandor anaranjado atraviesa los alambres de púas cubiertos de violetas, como las flores que se trepan a los costados de los trenes, los capullos semejan la imagen de un plano quieto. A veces, infinitas vidas transcurren en un rectángulo que no se sabe si es vertical u horizontal, y cuyo único consuelo es cuidar la enredadera de un jardín atemporal. Sin embargo algo que se parece al amor me atraviesa, rodeado de azaleas y no me olvides, donde el tiempo se apiada, sé que todo pasa, giro rápido la cabeza, el ruido sordo me cubre los oídos, ahora me acuerdo que siendo niño buscaba con una linterna ver la vida nocturna de los insectos en la huerta, luego tomaba anotaciones y la vida proseguía.

Ya no queda ginebra en el vaso, y no se muy bien si estas palabras me pertenecen.

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