sábado, 7 de septiembre de 2013

Los literarios hallazgos

Un hombre llega a un recinto poblado de estantes con libros viejos, hurga entre papeles llenos de polvo,  de pronto algo lo encuentra, un texto apenas legible, una carta, un manuscrito, una libreta poblada de anotaciones; resulta ser un poema no publicado de un gran poeta, resulta ser una correspondencia compartida entre escritores, resulta ser un ensayo inédito de un reconocido novelista.

Es lo que ocurre con los hallazgos literarios, un tema que probablemente se encuentre atravesado por múltiples variables: la causalidad, la serendipia, la curiosidad, el conocimiento o acaso la voluntad de profanar silencios con la minuciosidad de un investigador. A veces, siglos de quietud nos devuelven en el rostro apagados clamores de la historia.

Recientemente se supo que dos libreros franceses encontraron por casualidad un correo manuscrito no fechado, enviado por Albert Camus a Jean Paul Sartre, aportando una nueva iluminación sobre las relaciones entre ambos filósofos, históricamente enfrentados en el imaginario colectivo. El descubrimiento permite arrojar cierta complejidad a una relación signada por la tensión y el enfrentamiento, en especial considerando que la correspondencia completa entre ambos escritores ha sido destruida.

Mucho más cerca en el tiempo, se acaba de descubrir un nuevo manuscrito de Jorge Luis Borges, hallado en los depósitos de la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, entre las hojas de una edición de la revista Sur, el texto en cuestión presenta un final alternativo del famoso cuento "Tema del traidor y del héroe", aunque en este caso el producto del hallazgo tenga relación con el Programa de investigación y búsqueda de fondos borgeanos de la Biblioteca Nacional, que ya arrojó como resultado la colección Jorge Luis Borges y el catálogo que la describe, publicado con el título Borges, libros y lecturas (2010).

En este caso, los bibliotecarios involucrados en el proyecto, que desde hace tiempo siguen los vestigios que dejó Borges en los libros esparcidos por la Biblioteca, manejaron una hipótesis: que el autor utilizaba sus escritos originalmente aparecidos en publicaciones periódicas como soporte de nuevas correcciones: la reescritura como base de la trama, el texto circular, infinito. Así, este ejemplar de Sur formaría parte de un corpus mayor que incluye, hasta ahora, seis números intervenidos por el autor.

Todavía está fresco en el recuerdo el gran hallazgo de cajas con documentos en la sala Leopoldo Marechal de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) donde se encontraron manuscritos, cartas y textos originales de reconocidos escritores de la historia Argentina, entre ellos Leopoldo Lugones, Domingo F. Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría, Ricardo Güiraldes, Alfonsina Storni, José Hernández y Marcelo T. de Alvear, como así también de la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou y del inmortal Rubén Darío. A modo de ironía del destino, estas cajas estuvieron a punto de ser desechadas sin revisar.

La biblioteca es un sitio especial para trabajar con este tipo de documentos, en muchos casos, con el fallecimiento del escritor, la familia decide donar parte de la colección personal a una institución de carácter público, con el objeto de facilitar documentos valiosos para la crítica literaria pero también, aunque parezca extraño, con la intención de “liberar espacio” en la casa.
Acaso un paradigma de esta controversia lo represente la colección de la Biblioteca Personal Alejandra Pizarnik, cuyo acervo es actualmente investigado en la Biblioteca Nacional de Maestros.

Cuando se llevó a cabo la presentación del evento, el catedrático y escritor Daniel Link disertó sobre la colección de la poetisa, que tenía la particularidad de realizar anotaciones marginales sobre los espacios en blanco de los libros que leía. El abordaje sobre estas prácticas lo llevó a preguntarse algo que tal vez no tenga una única respuesta:
¿Cómo usaremos esta biblioteca que llega hasta nosotros como el fragmento vivo de una memoria muerta? ¿Como una reliquia? ¿Como una experiencia de videncia? ¿O como una historia de fantasmas?

En esas marcas hay construcciones, inquietudes intelectuales, afinidades literarias, afirmaciones, correcciones, silencios...vaya suerte la de quienes, sin intermediarios, pudieron ser testigos de un tiempo que ya no existe, y del cual solo quedan simples notas para intentar atrapar, por un segundo, aquello que irremediablemente tuvo por destino ser profanado.

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