Hay un video donde es posible escuchar a
George Carlin, gran pensador estadounidense de la contracultura, disertando
efusivamente sobre la educación, han pasado varios años desde esa presentación,
pero su discurso no pierde vigencia ni actualidad, hoy mismo su lectura de la
realidad resulta altamente representativa para buena parte del mundo. En este
caso menciona que ante la dificultad en el aprendizaje por parte del alumnado,
los directores y maestros proponían precisamente bajar la dificultad, cuando la
problemática pasaba por la falta de contenidos que habiliten el discernimiento
crítico entre los alumnos. Bajar la dificultad implica disminuir la práctica
lectora, implica nivelar hacia abajo para llegar a compartir un plano levemente
inferior, implica empobrecer el coeficiente intelectual de un país.
Educación...he aquí la palabra.
Es de suponer que al poder político no le
interesa una población que pueda pensar críticamente, y que por lo general
ocupan su tiempo en hacerles entender, a cada uno de ellos, que forman parte de
un círculo cuyos múltiples espacios integrados habilitan la idea de que para
pertenecer no hace falta preocuparse, que todos en definitiva tienen el
control, que todos son personas libres haciendo libres elecciones.
Es la imagen del control remoto de la
televisión, el que lo posee cree que elige los canales que está mirando, pero
al tomar decisiones no puede darse cuenta que las está pulsando dentro de un
inmenso lugar enrejado...un plano que apenas comprende, que lo que en realidad
tiene (tenemos) son dueños que le indican, en forma invisible, que es lo que
puede ver, que es lo que puede comprar, que es en lo que puede creer.
Titiriteros que montan la inmensa y cotidiana obra, subsumida bajo el enorme
control de los medios de la información, que todo lo anestesian, que todo lo
imponen.
Existen alternativas claro, algunas pululan
clandestinamente en las redes sociales, en quienes difunden meros contenidos
independientes cuyas articulaciones muestran otro tipo de realidad, pero he
aquí que el poder establecido necesitan trabajadores obedientes, una idea de
obediencia basada en la manipulacion de hacer creer que las personas piensan
por sí mismas al evaluar o procesar las diferentes informaciones que bajan de
los medios de comunicación, un círculo para lo cual se necesitan arquitectos
que han logrado diseñar la idea de una felicidad aparente, donde no sea posible
advertir la grieta, donde el secreto objetivo es anestesiar conciencias,
dispersar voluntades, distraer mentes, mientras el verdadero problema prosigue
su curso. Como diría Carlin: "nadie parece darse cuenta, a nadie parece
importarle”
La inclinada mesa de la desigualdad
social...
Vaya preguntarse porque las personas
comunes, que cumplen con su humilde jornada, terminan eligiendo políticamente a
quienes desde la política burdamente los excluyen, y la respuesta podría
encontrarse en la ausencia de compromiso para cambiar la realidad, porque
involucrarse implica dejar de lado el control remoto, porque no involucrarse
forma parte del extraño mecanismo. A los digitadores de poder les conviene la
sutil idea del movimiento inerte, algo que en algún momento activó la
simulación de movimiento, para después hacer creer, a los que menos tienen, que
la rueda efectivamente gira para tranquilidad de las minorías, y lo que se
mueve es el convencimiento de estar formando parte de una construcción que a
todos otorgue beneficios, esto finalmente nunca llega, y la vida continúa con
algún desencanto, una queja amarga murmurada por lo bajo, saber que mañana hay
que volver a levantarse temprano, imaginar un mundo bajo otro sistema más
benévolo, acaso una nueva esperanza.
Paralelamente, existen enigmas, y no sabemos
quien controla todos los sistemas. Esa ignorancia tiene un candado en alguna
parte, no sabemos quien o quienes lo diseñaron, pero si sabemos que nosotros no
tenemos la llave.
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