Algunos cardos soportan el sol del mediodía, graznan los
loros y un motor horizontal teje un mecánico ruido que se pierde entre los
montes. Miro hacia atrás, donde unos pájaros hicieron un cuenco con pastizales
y ramas, sobre un árbol cubierto de piñas resecas. Me inquieta esa inclinación
hacia la calle, ese vértigo de no darse cuenta, acaso el viento que puede
filtrar su murmuro entre las cañas atadas con cuerdas y alambre. La posibilidad
concreta de una lluvia.
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