Ser consciente de los elementos sintácticos
que delimitan los esquemas líricos del poema, y la prosodia, que licua los
bordes acaso expresivos donde se fragmentan los componentes marginales de los
textos. Hallar en la sintaxis un ordenamiento y una concatenación, donde sea
visible el trabajo con las palabras.
Así las cosas, la disonancia elabora
algoritmos desde una periferia, donde el último verso es el epílogo de una
película que se abandona.
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