Y el día veinticuatro del mes primero estaba
yo a la orilla del gran río Hidekel.
Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón
vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz.
Daniel 10.4
Y yo Daniel miré, y he aquí otros dos que
estaban en pie, el uno a este lado del río, y el otro al otro lado del río.
Y dijo uno al varón vestido de lino, que
estaba sobre las aguas del río: ¿Cuándo será el fin de estas maravillas?
Daniel 12.5
El sol como las puertas, con dos hombres
blanquísimos, de un colegio militar en un desierto; un colegio militar que no
es más que un desierto en un lugar adentro de esta playa de la que huye el
futuro. (1984)
Allá atrás, en mi nuca, vi al blanquísimo
desierto de esta vida de mi vida; vi a mi eternidad, que debo atravesar desde
los ojos del Señor hasta los ojos del Señor. (1984)
Héctor Viel
Temperley
He aquí dos viñetas, imágenes de telas
blancas movidas por el viento, en un día de verano.
En el libro de Daniel, en los últimos
versículos, el profeta revela una visión, el relato es simple, una figura
parada en el horizonte, que apenas era posible distinguir “su cuerpo era
como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de
fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de
sus palabras como el estruendo de una multitud”, el texto parece inferir la
imagen del Mésias, no nacido aún, pero que pudo presentarse ante quien podía
ver “lo que otros creen ver”.
En el libro “Hospital Británico” de Héctor
Viel Temperley, ocurre una epifanía similar,el poeta comenta que en un día
nublado, estando en una playa, cierra los ojos cuando sale el sol y ve dos
figuras blanquísimas, sintiendo al instante que tenía que escribir acerca de
esas dos personas que parecían hacer guardia en la arena.
Yo podría –y como
lector me sería lícito suponer– que esas figuras son las mismas, ese alguien
ungido por la fe, horadado en las palabras. Pueden pasar siglos y la literatura
no superará el cuadro inicial, se podrá escribir mejor lo que ya fue escrito,
variará el contexto, se sumarán lecturas, y sin embargo estarán estas imágenes
al final de las palabras, en el horizonte o en la playa, bajo un día de sol.
Culmina Viel Temperley:
El verano en que resucitemos tendrá un
molino cerca con un chorro blanquísimo sepultado en la vena. (1969)
Hasta ese
día...