Vi el núcleo, el centro blanco, donde están
guardadas todas las cosas...
Así empezaba el relato que traspasó un segundo
mi rutina, un poco de luz en el espejo de la hoja plateada, el plano que
oblitera la antesala del poema, mientras el devenir se aleja entre una hilera de
lapachos en flor
”soy yo” me dije, “soy yo”, el espantajo...
Las carreteras tornan pálidas todas las
conjeturas, siento el temor de la sed, tratando de entender para que sirven los
relojes, todo aquello que se mide, que cumple una función.
No sé cual es mi acto, la cortina roja y
polvorienta oculta los rostros sostenidos por estacas, “hay una razón” me digo,
avanzo unos pasos en el pasillo luminoso, lo primero que miro es la madera del
suelo, los bloques de madera lisa, una voz sorda abre el círculo invisible, un
cuerpo avanza y no soy yo, hice de ese espacio el sentido de mi existencia, la
voz que pronuncié era un chillido...
Pupilas tiesas en la primera fila, la vista se
pierde en una peluca rosada con un ojo gigante, el excesivo maquillaje de una
anciana, la pollera que coció con bordados violetas, la vida que se iba en
algún lado, y añorar después de todo, estos cuadros oníricos de películas que
nadie recuerda, estas cosas que juntan tiempo.