sábado, 1 de junio de 2024

Por dentro del poema


Raudo, entre los márgenes donde antecede lo que se calla, parado en una estación de servicio en el exacto momento que algunas nubes se juntan en un rescollo (esa palabra que no existe), suspendidas con cierta gracia, sobre el fondo anaranjado del cartel luminoso, que corta en sus bordes lo amarronado de un péndulo invisible, bajo un marco pintado en tonos  bermejos.

acaso los limoneros y las lilas, esa puerta que oblitera el paso de la infancia.

Siempre pienso que habrá razones para problematizar el cuerpo de un poema, que lo puedo ver por dentro, como una calabaza de vidrio o un hueso tallado en un cuenco, 

y que no debería preocuparme,

pero sé que me olvido, que al final del día me conformo con el sol que entibia la ventana, la imagen sin tensar de ese destello que no es destello, inclinado en la mesa familiar, trepando hasta una cesta llena de manzanas, con un ángel de cerámica que mira hacia un silencio que acaba de pensarse.

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