Las oportunidades perdidas, porque no fuimos
lo que debimos ser, por que callamos cuando debimos gritar, por apagar los
volcanes de la discordia, aquellos días de escrituras automáticas, y estar
siempre callado escuchando los chillidos de los pájaros proféticos, aquellos
que se posaron en los tejados de los círculos literarios y vomitaron con desdén
toda la cordura, todas las falsas teorías, todas las inútiles presunciones...
Así fue que, empantanando aguas, nos convertimos en puentes, y el poema se tornó inhabitado. La belleza pasó a ser parte de un diccionario, nada nuevo bajo el sol.
Vi esquivas mis frecuentadas conjeturas, no más que una realidad irresuelta, un desvarío que balbucea su hora confusa, un jardín descuidado, un pensamiento fosilizado desde una periferia, cizañas que han crecido como hojas de zapallos, las teorías abrazadas y nunca comprendidas.
y entonces decir, acodado en una barra, mientras la noche es otra y la lira enmudece, que después de esto no hay nada.
Empero, mi querido amigo, conservar secretamente la esperanza de un camino. Otra será el agua, sin duda, prevenidos por Heráclito; mas ocultos tras la sombra de los pinos, nos aguardan serenos aquellos puentes posibles.
ResponderEliminarUn beso poético y en espiral, después de un breve y renovador otoño.
Chandra en retorno.