lunes, 3 de mayo de 2010

Sobre la búsqueda de poesía en los blogs

“Siempre he tenido la impresión de que el hecho mismo de ponerme a escribir significaba de alguna manera una tentativa de contacto, no con personas definidas, no con lectores definidos, probablemente conmigo mismo o con una realidad ajena y exterior con la que se busca precisamente el contacto para que llegue a ser un poco menos ajena y exterior...

...Sobre todo porque quisiera sentirme un poco como si estuviera en la misma habitación donde usted oye ahora este disco, y cuando digo usted, usted no existe para mí, y sin embargo vaya si existe porque...usted y yo somos este encuentro desde tiempos y espacios distintos, una anulación de esos tiempos y esos espacios y eso es siempre la palabra y la poesía... digamos entonces que estamos juntos…"

Estas reflexiones las ofreció hace algún tiempo Julio Cortázar, y no varía demasiado el paralelo que podamos trazar con los blogs y las escrituras que se leen y que se habitan en tiempos y espacios diferentes. Habla de un eventual contacto, ínfimo, improbable, entre los que escriben y aquellos destinados a comprender sus símbolos, a tomarlos como propios…

No deja de inquietarme esa extraña concatenación que suelen ofrecer aquellas sombras ligadas por una significación estética de la palabra, como así tampoco las eventualidades suscitadas según los tópicos planteados.

Inmensas serpientes azules y verdes suelen nacer de estas elucubraciones.

Después el monstruo deja de crecer, y con sus mendrugos hacen poemas los poetas.

Esos ladrones de fuego...

Dejo aquí un poema del gran Julio, especial para traductores...

" Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias."


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