Intentar entrelazar lo que ha nacido, cuando
todas las cosas forman parte de un entramado, que tal vez guarde alguna
relación con la palabra escindida, aquella que prefigura el candente horizonte
donde todo ocurre.
A veces la vida social –esto que acontece mientras estamos ocupados haciendo alguna cosa– resulta de algún modo una mirilla que impide ver del otro lado de los sentidos, en ocasiones las tareas ocasionales del sistema suelen agobiar, los circuitos varían, pero las conexiones son similares, de alguna manera transitamos un espacio que hemos pactado desde una conveniencia, algo que implica una cierta relación con aquel que no puede comprendernos.
Sin embargo, en estas circunstancias debemos recurrir a la memoria. “Recordar” los vaivenes que fluctuaron en nuestras percepciones al momento de ocurrir lo que apenas registramos, contextos absolutamente incongruentes con aquello que estuvo “sucediendo”.
Intentar apresar bloques de sensaciones en torno a ese relámpago, agregar nubes a las nubes del entendimiento, fijar lo balbuceado en los recónditos del intelecto, socavar lo entumecido del leve discernimiento. Crear lo que ha nacido.
Tal vez se entienda este día detrás de una
ventana, la ventana “real” del fantasioso mundo, donde los cielos han variado
del celeste pálido al violeta ambarino, los árboles quietos como una
pintura.
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