Voy a buscar a la muerte para nacerla.
Alejaré de mi propia vaguedad el vórtice.
Voy a cantar a la luna rosa.
Haré un verso,
prometeré mi calma.
De “Guitarra negra”, Luis Alberto Spinetta
Alma de diamante, el flaco Spinetta falleció hoy en su casa, un poeta que marcó con su música a varias generaciones. Alguna vez encontré en el estante de una librería su poemario "Guitarra negra", lamenté en aquel entonces no tener con qué pagarlo...
La sensación es de orfandad, de algo que es arrancado y que no hay forma de repararlo, sucede y es todo lo que hay. Lo cubre una música que despide luz y destellos de poesía.
Influenciado por el surrealismo, y los poetas malditos franceses, llegó a decir, en un manifiesto del año 1973, que “el rock, música dura, cambia y se modifica, en un instinto de transformación”.
Aquel que hizo "la canción" del rock, hoy le pide “disculpas a la muerte, por haberme reído, mientras transcurría”, según rezan los versos de aquel mítico libro, en la línea de un Jim Morrison lírico y luminoso.
Lo mejor es buscar un vinilo del flaco, y recordarnos que la epifanía es posible, y que a veces tiene la forma de una dulce y sencilla canción.
Alejaré de mi propia vaguedad el vórtice.
Voy a cantar a la luna rosa.
Haré un verso,
prometeré mi calma.
De “Guitarra negra”, Luis Alberto Spinetta
Alma de diamante, el flaco Spinetta falleció hoy en su casa, un poeta que marcó con su música a varias generaciones. Alguna vez encontré en el estante de una librería su poemario "Guitarra negra", lamenté en aquel entonces no tener con qué pagarlo...
La sensación es de orfandad, de algo que es arrancado y que no hay forma de repararlo, sucede y es todo lo que hay. Lo cubre una música que despide luz y destellos de poesía.
Influenciado por el surrealismo, y los poetas malditos franceses, llegó a decir, en un manifiesto del año 1973, que “el rock, música dura, cambia y se modifica, en un instinto de transformación”.
Aquel que hizo "la canción" del rock, hoy le pide “disculpas a la muerte, por haberme reído, mientras transcurría”, según rezan los versos de aquel mítico libro, en la línea de un Jim Morrison lírico y luminoso.
Lo mejor es buscar un vinilo del flaco, y recordarnos que la epifanía es posible, y que a veces tiene la forma de una dulce y sencilla canción.
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