sábado, 25 de febrero de 2012

Decisiones, decisiones...


Estoy en esa disyuntiva de enviar o no un conjunto de poemas para un concurso, ya no recuerdo la última vez que participé en uno, ni tampoco las tibias expectativas que me deparaban aquellas decisiones ¿Cómo elegir un poema entre cientos? ¿Cómo calificar una obra literaria? ¿Cómo sorprenderse por el resultado? Poemas inéditos por triplicado, seudónimo, envío de sobres y a esperar vaya a saberse que destino en manos de qué lectores.

Hay en ciertas casas de música un cubilete de plástico donde se tiran los CD’s de ofertas, y se ve que al poco tiempo el cubilete va quedando vacío. La razón puede ser simple, se trata de un encanto, el de encontrar una sorpresa, el de rescatar una obra a tiempo, el de dejarse sorprender. Probablemente eso experimenten quienes tienen la compleja tarea de escoger un poemario entre tantos. En literatura se denomina serendipia al sutil embeleso de encontrar aquello que no se busca, es realmente agradable destinar un tiempo gratuito a esa elección, de dejarnos llevar por un vaivén incierto hasta encontrar aquello que nos estaba destinado descubrir.

Vaya a saberse que suerte correrán esos poemas, porque así las cosas, me parece que los voy a enviar.

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