sábado, 15 de junio de 2013

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Siempre me costó entender lo irracional del fútbol, como puede la gente entristecerse por un equipo, y a la vez intentaba resolver porque estas cosas resultan el epicentro de algo que nos excede. Intuyo una respuesta; probablemente se trate de una de las elecciones más puras y genuinas que pueda hacer un chico cuando es chico: hacerse hincha de un equipo. Es una decisión rodeada de pureza, de alegría, de sentido de pertenencia a algo, vaya a saberse...

Hoy esa melancolía tiene nombre, el del equipo con el cual me sentí representado: Independiente de Avellaneda...
Pensé que esos balones que se patean siendo niños nunca tocan el suelo. Mejor así.

Luego abrí una botella de vino, bebí un par de copas y me fui a dormir pensando en otra cosa.

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