Uno se va forjando con las lecturas, invariablemente
asociamos adscripciones, según los matices que se presentan en la periferia de
un plano frecuentado en horas solitarias. Aquello que ocurre, bajo figuraciones
abstractas, donde acaso somos las correspondencias dentro de las variables,
ideas intercaladas en los párrafos, sintiéndonos parte de la trama.
Por eso,
cada vez que hay mucha niebla, como en estos días húmedos, pienso en
lo que escribió José Saramago en el Evangelio según Jesucristo, imaginando en
que parte del camino Dios y el Diablo discuten sobre teología sentados en una
barca, seguramente sin ponerse de acuerdo, en este tiempo que parece
suspendido, por reglas que antiguas deidades inventaron –aquella piara de
razones precipitándose al mar– cuando todo lo nuevo estaba por ocurrir.
sábado, 31 de mayo de 2014
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