…“Un
hombre puede usar de carnada para pescar un gusano que ha comido de un rey, y
comer el pescado que se comió al gusano.
¿Qué
queréis decir con esto?
Nada,
solo demostraros cómo un rey puede seguir su camino por las tripas de un
mendigo…”
Hamlet, William Shakespeare
En “me caigo y me levanto”, Julio Cortázar
simbolizaba la costumbre que tenemos por recaer constantemente, y arrojaba el desarrollo
de una teoría:
Hay
quien ha sostenido que la rehabilitación
sólo es
posible alterándose
pero
olvidó que toda recaída es una desalteracion
una
vuelta al barro de la culpa
perfecto!
somos lo
más que somos porque nos alteramos
salimos
del barro en busca de la felicidad
y la
conciencia y los pies limpios
un
recayente es entonces un desalterante
de donde
se sigue que
nadie se
rehabilita sin alterarse
pretender
la rehabilitación alterándose es una triste redundancia
nuestra
condición es la recaída y la desalteracion
y a mi
me parece que un recayente debería rehabilitarse de otra manera
que por
lo demás ignoro…
En un intento por trasladar semánticamente
este entendimiento lúdico al plano de la lectura, he registrado ciertas
recaídas en mi adolescencia con algunos textos de Shakespeare.
Me llama la atención, que en buena parte de la
obra del genial dramaturgo inglés, la figura de la mujer no tiene por destino
un buen lugar, la reina Gertrudis ilustra de buen modo el ejemplo, una figura
desafortunada en su juicio y sus actos, que en el único momento en que decide
obrar por sí misma, es para negarse a no beber la pócima envenenada que el rey
tramó para Hamlet, su hijo bienamado y temido, es el único momento de la obra
que la reina no hace caso a su marido, y termina muriendo por ello, sin
alcanzar a comprender, desencadenando la tragedia.
Decía Oscar Wilde que había dos clases de
personas, las que son encantadoras, y las que no. Traslado a la escritura esta
aseveración, y abriendo al azar una página cualquiera, me deleito en el encanto
de sus versos inmortales, prescindiendo de lugares calcinados, e imbuido del
artificio y la bella arquitectura.
¡Así se
rompe un corazón! Buenas noches, dulce príncipe, y que un coro de ángeles
arrulle tu descanso.