Las cosas pasan, el tiempo pasa, y en todo
esto es necesario no perder el interés por seguir aprendiendo. Cuando el
conocimiento no se ejerce es como un engranaje que deja de activar sistemas de
pensamiento, fosiliza el acto de la razón y torna previsibles las ideas, se
desencantan, se desarticulan y pierden altura sin haberse pronunciado.
¿Dónde exponer aquello que nos inquieta?
Tal vez, lo que se guarda en el éter sea el destino natural de toda desaprensión, está allí, como en una periferia de las cosas, y desde una especie de usina irrumpe en relatos, fragmentos de ideas, obsecuencias nocturnas y divagaciones, y cómo todo aquello pareciera tener el holograma de un ropaje pretérito, una certeza con su ontología a cuestas, una orfandad que a su vez permita formar una capa que se comprenda, un atisbo de entendimiento, un sistema con su estructura volátil, un modo de articular lo que se piensa...
o desarticularlo, si lo que se pretende es
reinventar lo calcinado.
Decisiones que tomamos en silencio, basadas en
elecciones que aceptamos en silencio.
y algo que descubrí con el tiempo:
Ya no enfrento lo que me asola, simplemente discierno
el lugar que frecuento, con mis esquivas limitaciones, creer en una verdad será
para mí, el más insustituible de los anhelos, y en todo caso siempre seré
apenas un hombre que se cree destinado a ver, cuando todo lo que tengo son un
manojo de inciertas razones arrojadas al vacío.
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