miércoles, 17 de febrero de 2010

Las inciertas razones

Las cosas pasan, el tiempo pasa, y en todo esto es necesario no perder el interés por seguir aprendiendo. Cuando el conocimiento no se ejerce es como un engranaje que deja de activar sistemas de pensamiento, fosiliza el acto de la razón y torna previsibles las ideas, se desencantan, se desarticulan y pierden altura sin haberse pronunciado.

¿Dónde exponer aquello que nos inquieta?

Tal vez, lo que se guarda en el éter sea el destino natural de toda desaprensión, está allí, como en una periferia de las cosas, y desde una especie de usina irrumpe en relatos, fragmentos de ideas, obsecuencias nocturnas y divagaciones, y cómo todo aquello pareciera tener el holograma de un ropaje pretérito, una certeza con su ontología a cuestas, una orfandad que a su vez permita formar una capa que se comprenda, un atisbo de entendimiento, un sistema con su estructura volátil, un modo de articular lo que se piensa...

o desarticularlo, si lo que se pretende es reinventar lo calcinado.

Decisiones que tomamos en silencio, basadas en elecciones que aceptamos en silencio.

y algo que descubrí con el tiempo:

Ya no enfrento lo que me asola, simplemente discierno el lugar que frecuento, con mis esquivas limitaciones, creer en una verdad será para mí, el más insustituible de los anhelos, y en todo caso siempre seré apenas un hombre que se cree destinado a ver, cuando todo lo que tengo son un manojo de inciertas razones arrojadas al vacío.

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