Una vez, fui a la orilla del mar y recogí una
piedrita, parecía tener, en su materia, rasgos propios de complejas bifurcaciones
que terminaron incrustadas en un tiempo sin edad.
La tengo ahora en mano, la examino con cierto
cuidado, en la base se perciben sedimentos fosilizados con algunos tubérculos,
parecen arrancados de alguna memoria, en la superficie perviven caracolas y
conchas marinas, una de ellas semeja un cuenco de plata, como si allí estuviera
representado el vaivén de las olas y el paso de los años. Todo indica que
coexiste por acumulación y por un perpetuo movimiento.
Parece, a lo lejos y esbozado como un bosque en medio de una penumbra, una simple teoría literaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario